Queridos lectores, cuando hablamos de gestas deportivas, en el caso del Liverpool FC, podríamos citar unas cuantas pero, para facilitar el propósito del artículo, vamos a partir de una no muy lejana en el tiempo y muy cercana a nuestro contexto cultural y deportivo: la tragedia culé de 2019 en la Champions League.

El Liverpool FC, un equipo que venía de sufrir una terrible derrota en el Camp Nou (3-0 para los locales) y que, además, se encontraba sumamente diezmado por las bajas de sus estrellas Salah y Firmino, supo doblar el brazo de un rival con un firmamento y un presupuesto mayores, accediendo así a la final.

Para explicar la remontada, se ha recurrido de forma constante a dos grandes factores explicativos: uno, endógeno, el trauma proveniente de la fatídica noche romana para el FC Barcelona en 2018. El otro, exógeno, el poder condicionante de las gradas de Anfield. Sobre todo de una de esas gradas: The Kop. Nosotros nos centraremos en el segundo factor sin por ello desmerecer el primero, ya que, como ocurre normalmente, ambos están interrelacionados.

El Liverpool es un club de fútbol que encuentra su idiosincrasia, en gran medida, en la cultura de la clase obrera inglesa y su famosa grada es otra prueba de ello. The Kop, en su origen Spion Kop (la “colina del espía” en afrikaaner), hace referencia a una batalla librada en una montaña sudafricana entre el Imperio Británico y los bóers o afrikaaners (colonos de origen neerlandés) en los albores del siglo XX. En la batalla de Spion Kop, que se desarrolla durante la segunda guerra Anglo-Bóer, los soldados británicos (una parte importante de ellos de clase obrera) se vieron sorprendidos en la ladera de la montaña por las tropas afrikaaners. Estas, pese a que fueron derrotadas en la guerra, consiguieron la victoria en una batalla que causó numerosas bajas al ejército británico y que, posteriormente, ha cargado de simbolismo al estadio del Liverpool.

Aunque varios clubes ingleses bautizaron a alguna de sus gradas con el nombre de la célebre batalla de Spion Kop, solo los Reds le han dado fama mundial. Evidentemente, aquella contienda forma parte de la historia del colonialismo británico. Sin embargo, el carácter imperialista de la misma, y el sentido propagandístico que pudo tener su uso en los estadios de un deporte que cada vez era más popular, fue sustituido por un orgullo de clase que ha llegado hasta nuestros días.

Actualmente, el Liverpool FC y el FC Barcelona son dos clubes con presupuestos millonarios y totalmente integrados en la lógica capitalista que hegemoniza el fútbol mundial, otrora un deporte con un arraigo más reconocible en la clase trabajadora. Pese a todo, todavía hoy podemos percibir ciertas identidades culturales que señalan las diferencias entre unos equipos y otros. Y la historia tiene mucho que contarnos al respecto.

La esperanza en la interpretación de la derrota

El 7 de mayo de 2019 el FC Barcelona, dicen, se vio superado por un protagonista que casi tocaba el césped de Anfield, la afición Red. Una afición que se fusionó con su equipo y que pasó por encima del Barça más “aburguesado”. Estos nunca supieron crear un relato que les condujera a la victoria desde la derrota hasta marcar su acervo. El Liverpool FC sí. Y las ilustres excepciones de la historia culé casi parecen conspirar para crear una regla.

Spion Kop es una metáfora histórica del club inglés. El Liverpool se ha construido, en mayor grado que el FC Barcelona, a base de derrotas que no sembraban la desesperación en el club y los aficionados. Derrotas que, aunque dolorosas, acababan fortaleciendo la mentalidad del equipo e inspiraban coraje. No es una cuestión menor que The Kop esté ligada a una historia que ha suscitado admiración y lealtad en una afición y en un equipo que no es dado, como el FC Barcelona, a vivir en una melancolía fatalista.

La cultura de la derrota en ambos clubes es diametralmente opuesta. En la temporada 2004-2005, el Liverpool FC se marchó perdiendo al descanso 3-0 en la final de la Champions League disputada contra el AC Milan. El desenlace es conocido por casi todos los aficionados al fútbol: 3-3 al finalizar el tiempo reglamentario y la victoria cae del lado Red en la tanda de penaltis. Algunos calificaron la proeza como el “milagro de Estambul”, para otros aquello también tuvo que ver con el you’ll never walk alone. Un tema popularizado a partir del musical Carousel (adaptación de la obra Liliom del húngaro Ferénc Molnars) que cuenta la historia de amor entre una molinera, Julie, y el encargado de un tiovivo, Billy, que tiene que dedicarse a robar para poder conseguir sustento para Julie, embarazada. Una obra que aborda las desdichas de la clase trabajadora del siglo XIX y que levanta, con esta canción, el ánimo de un personaje que pierde a un ser querido. La esperanza está absolutamente integrada en la interpretación que el aficionado del Liverpool suele hacer de las derrotas.

(*) Máster en Economía Internacional y Desarrollo, Investigador en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid

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