Dicen los entrenadores de fútbol que los delanteros que sufren ansiedad no marcan goles. En los tratados de psicología la ansiedad se define como un sentimiento de miedo, temor e inseguridad. Los síntomas a través de los cuales se manifiesta son la inquietud, las ideas de fracaso, la impaciencia, la fatiga, la alteración del sueño, los mareos…

Casado sufre ansiedad extrema y una impaciencia infinita por llegar a la Moncloa cuanto antes. De ahí la agonía con la que traza su estrategia de oposición política. Todo como si no hubiera un mañana, lo que le lleva a la chabacanería política, al insulto permanente y a posiciones cada vez más alejadas de los valores y los comportamientos democráticos. Es verdad que ya no hay como antaño una sola derecha española. Ahora hay la extrema derecha y la derecha extrema. Con un discurso nuevo-viejo que recibe renovados impulsos de la otra orilla del Atlántico, legitimador del asalto al Capitolio y de la violencia política. Las derechas españolas siempre han buscado atajos utilizando el matonismo político, es decir, la violencia, para acceder al poder. Los discursos de Vox y PP cada vez se parecen más y es normal porque comparten las mismas raíces. Son discursos que allanan el camino para asaltos a ayuntamientos democráticos como en Lorca.

Se lanza un bulo, una mentira, y sobre ella se va dibujando la diana. Se va fabricando un enemigo. Al que despojan de toda legitimidad. Vemos como invalidan a Bildu, como si sus votos no tuviesen legitimidad popular. Lo hacen porque apoyan al gobierno de coalición. Cuando cambian su voto, como ha ocurrido en la reforma laboral, dejan de ser votos supuestamente filoterroristas para convertirse en votos legítimos para sumar a los suyos y derrotar al gobierno.

Las derechas españolas tienen escaso nivel intelectual y democrático. Son más bien amantes del uso de la fuerza y de los principios políticos de trazo grueso o de brocha gorda. No son gentes que suelan utilizar el pincel. Son herederos de Hernán Cortés, que decía “primero Dios, después los caballos”. Los caciques en España, no nacen como las setas, han sido plantados por un capitalismo engominado, de estraperlo, de trajes cruzados y de esa chulería que le brota cuando rascas un poquito.

La derecha española siempre ha tirado de billetera, pistola y caballo

Casado, al que le ha preparado Génova dos vueltas ciclistas por Castilla y León y Andalucía. Si gana estas dos vueltas entraría triunfante en Madrid, he aquí que su impaciente ansiedad le lleva a cometer errores de bulto:

– El voto de su diputado por Cáceres. Hizo que fracasaran todos sus recursos, incluido el “tamayazo” de los de UPN por la reforma laboral.

– Adelantar las elecciones, que se le empiezan a atragantar en Castilla y León.

Casado carece de un discurso que nazca de los valores de la Constitución y de los intereses de España. Y con su hiperactividad se equivoca y termina yendo a lugares equivocados. Por ejemplo, cuando visitó una explotación de ganadería extensiva para defender las macrogranjas. O sale entre corderos y ovejitas, vestido para la ocasión con un traje de ganadero del Corte Inglés que más parece un traje típico del Tirol. O anuncia, con tono de gravedad, que la remolacha está siendo atacada… seguramente con bombas de glifosato.

Hemos de dar gracias porque el voto del diputado extremeño no ha sido un error informático. Que hizo muy bien la presidenta del Congreso con no dejarlos acceder a los ordenadores, porque esta gente son especialistas en destrozar a martillazos los discos duros.
Lo más grave de la situación política actual es que a la derecha siempre le quedará París como en Casablanca: el poder judicial como última trinchera. Si no fuese por la Judicatura, el PP terminaría al completo en Soto del Real.

(*) Presidente de Honor del PCA, ex parlamentario de IU y Coordinador de la Red de Municipios por la III República

(*)