Los resultados electorales en Portugal, con la mayoría absoluta conseguida por el socialista António Costa, han lanzado un mensaje en distintas vertientes que conviene tener en cuenta. Salvando las distancias, habrá quien lo podrá ver en positivo y quien lo verá en negativo.

La izquierda real portuguesa ha salido escaldada de los comicios, su negativa a aprobar los presupuestos dio la escusa perfecta a Costa para adelantar las elecciones, presentándose como víctima de las exigencias de la izquierda radical y apelando al voto útil. Al concurrir las izquierdas divididas, han sufrido un retroceso que ha facilitado fundamentalmente la mayoría absoluta a los socialistas.

Por tanto, la movilización del electorado socialista y la culpabilización del Bloque de Izquierda y del Partido Comunista Portugués por el fracaso de los presupuestos está en la base de la mayoría absoluta socialista, movilización que ha sido mayor que la propia pandemia.

Los sondeos y encuestas previas han fallado estrepitosamente, algo inusual en el país vecino. Un día antes de las elecciones daban un empate técnico entre el partido socialista y el partido mayoritario de la derecha homologable al PP español. La extrema derecha tampoco ha subido tanto como presagiaban las encuestas, siendo lo que ha subido lo que al parecer ha dejado de subir la derecha.

Aunque en Portugal no había coalición de gobierno, estaba sustentado mediante acuerdos parlamentarios. Los socios parlamentarios del gobierno de coalición español se deberían pensar muy mucho tensar la cuerda porque Pedro Sánchez podría caer en la tentación de adelantar las elecciones víctima de las exigencias de esa izquierda, como hizo Costa, y, dada la división existente, se podrían dar las circunstancias que han favorecido la abrumadora victoria socialista portuguesa y un retroceso electoral en esos partidos. Algo doblemente parecido se podría aplicar el socio minoritario de la coalición, esto es, se encuentra ante la tesitura de no poder exigir más allá de no poner en riesgo la estabilidad del gobierno, conociendo la tendencia histórica del PSOE de pedir el voto útil y de hacer culpables a otros de sus propios errores, así como de contentar a los socios parlamentarios de investidura para que sus exigencias no desestabilicen al Gobierno y puedan dar al traste con la legislatura.

Por otra parte, la derecha engreída española, que tanto se vanagloria de las encuestas que le dan aún la posibilidad de ganar las elecciones, no pueden encontrar tranquilidad en lo sucedido en Portugal. La tendencia casi cainita de que la extrema derecha solo suba lo que la derecha deje de subir, debe intranquilizarle.

Por todo ello, salvando las distancias, en España no pocos deberían tomar buena nota del resultado electoral portugués, el refranero patrio lo dice sabiamente: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.