“El tiempo me enseñó que la miseria/es culpa de los hombres miserables”
Tabaré Cardozo y Canario Luna.
Desde casi su nacimiento como país soberano, después de independizarse de España, Argentina pasó a depender de Inglaterra. No ya bajo el dominio de las armas, sino de algo más sutil aunque tal vez mucho más eficaz: el dinero.
Fue Rivadavia, como ministro del gobierno de Martín Rodríguez, en 1824, quién gestionó un préstamo al Baring Brothers, de las Islas Británicas, por un millón de libras. Préstamo innecesario, dicen los historiadores, ya que Argentina tenía el dinero suficiente para realizar las obras que se proyectaban y que, por supuesto, nunca se hicieron. Lo cierto es que una vez que la mitad del monto solicitado quedara por el camino de la incipiente corrupción, el país recibió algo más de 550 mil libras. Terminó de pagarlo a principios del siglo siguiente. En total el reembolso fue de 4.800.000 libras, es decir 5 veces más del monto nominal y 8 veces y media más que lo recibido.
Y para que la infamia iniciara con todo su esplendor una ruta que hoy se sigue transitando, Rivadavia ofreció como garantía del préstamo, tierras públicas.
Hoy como ayer
A partir de ese momento hasta el reciente “acuerdo” con el Fondo Monetario Internacional, los gobernantes argentinos continuaron, indefectiblemente, con la ignominiosa costumbre de resignar soberanía en favor del poder económico, salvo breves y justificadas excepciones a raíz de situaciones geopolíticas también excepcionales.
Tomemos como punto inicial de nuestros tiempos la dictadura cívico-militar en 1976. Ni bien se consumó este enésimo golpe de estado, el FMI otorgó un préstamo sustancioso a los civiles y militares que impusieron el terror con torturas, asesinatos y robos a mansalva, para aplicar medidas económicas que castigaron duramente al pueblo para satisfacer el apetito económico y depredador de las élites dominantes.
Desde entonces hasta hoy, Argentina pagó más de 600 mil millones de dólares por la deuda externa y debe 345 mil millones. Es decir, no es necesario ser un agudo analista para saber que esa deuda es impagable. Se trata –como sabemos- de un instrumento muy poderoso de dominación. El FMI, en este caso, impone las condiciones que tienen, hoy como ayer y como siempre, gravísimas consecuencias para el pueblo que paga con su sacrificio y su hambre, el beneficio de las grandes empresas y los corruptos vernáculos que se venden con una facilidad asombrosa.
Cuanto peor, mejor para el FMI
A pesar de la muy evidente incapacidad multifacética de Mauricio Macri, su gobierno fue sumamente hábil y doloso para pactar con el diablo las veces que hizo falta, a cambio de suculentas sumas de dinero que varios de sus miembros depositaron en sus cuentas en el exterior, impulsados por el mayor préstamo de la historia del FMI, que eludió cualquier atisbo de legalidad. Inclusive el Fondo, que como es sabido lidera EEUU, violó su propia reglamentación para abastecer al macrismo de un oxígeno político-monetario que, de todos modos, no le sirvió para atornillarse en el gobierno.
Fue uno de los mayores payasos fascistoides de la posmodernidad, Donald Trump, quién dio la orden al Fondo de evitar hasta sus propios reglamentos, y no digamos la legalidad argentina, para ver si finalmente Macri continuaba como presidente argentino y seguía abriendo las puertas de par en par a las empresas que quisieran lucrarse y expoliar a diestro y siniestro sin límite alguno.
Ilegal, ilegítima y odiosa
No le faltó ningún detalle a esta penúltima (siempre hay una próxima) deuda externa para convertirse, sin más, en una clarísima estafa.
Alberto Fernández, presidente argentino por obra y gracia de Cristina Fernández que lo eligió como candidato para ganar las elecciones y así desplazar a Macri, dijo desde el vamos, para que no haya dudas, que “las deudas se honran”. Inició de tal manera un trabajo propagandístico para que nadie piense en Argentina que si bien las deudas hay que pagarlas, las estafas no. Y este préstamo del FMI es eso ni más ni menos: una estafa.
¿Por qué, entonces, había que pagarla? Porque se presentó una dualidad tramposa: pagar o el caos.
Claudio Lozano y Alfredo Olmos, dos prestigiosos estudiosos de este tema, desmintieron esa dualidad decenas de veces. Y mostraron caminos alternativos. Igual que el Frente de Izquierda y otros organismos de Derechos Humanos. Claro, no en los medios de mayor difusión, que naturalmente estaban con el presidente Fernández en esto, aunque en realidad su auténtico romance es con las élites económicas de donde provienen.
Unidos triunfaremos
Como dice la marcha peronista, pero esta vez la unión se perpetró con el macrismo, el supuesto enemigo, cuando el tema del “acuerdo” con el Fondo se debatió en el Congreso para su aprobación. Cómo será de turbio el asunto que parte del Frente de Todos no fue de todos, ya que el kirshnerismo votó en contra o se abstuvo. Es cierto, se trató de una acción demagógica más que otra cosa, pero que obligó al gobierno a depender de los votos macristas para consumar la entrega indigna e indignante de la soberanía argentina, una vez más. Solo que esta vez fue consumada por un gobierno que muchos suponían popular. O sea peor, si cabe.
La única verdad es la realidad
Eso decía Perón (copiando a Aristóteles), cuando volvió a la Argentina después de 18 años de exilio, para justificar su apoyo a las clases dominantes y a la burocracia sindical y su abandono a la izquierda en general y peronista en particular, a la que en un arrebato, en la histórica Plaza de Mayo, llamó “imberbes y estúpidos”.
Perón recurría al tópico del realismo político que ahora se traduce como “es lo que hay” o también “si no, vienen los otros”, para aceptar, vergonzosamente, este nuevo pacto de sometimiento con el FMI.
Fue el escritor francés Georges Bernanos, según cita Carlos Taibo, el que dijo que “el realismo es la buena conciencia de los hijos de puta”, con perdón.
Yo no sería tan severo para calificar a los defensores del posibilismo político y creo que el insulto no corresponde, pero es cierto que transmiten una resignación tan pesimista y genuflexa, que, a veces, dan ganas de ser Bernanos.