Decía Fernando Fernán Gómez después de leer la autobiografía de su amigo y compañero Juan Antonio (al que amistosamente llamaba El Camarada), que Bardem murió sin haber perdido jamás su característica y alegre risa. Y afirmaba que, si siguió manteniéndola hasta el fin de sus días fue por una simple razón: nunca se traicionó. Esta autobiografía se ha reeditado este año con motivo del centenario, pero fue editada por primera vez en 2002. En ella Juan Antonio Bardem se manifestaba como un marxista convencido y mantenía la misma visión sobre el cine que le impulsó a abrazar el séptimo arte con el objetivo de influir social y políticamente.
Licenciado en Ingeniería Agrónoma, un año antes de terminar esta carrera entró a formar parte de la primera promoción del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, posteriormente la EOC (Escuela Oficial de Cine) tras haber cumplido algunas pequeñas funciones en el Servicio de Cine del Ministerio de Agricultura. Fue el cine el que finalmente acaparó toda su vida y su verdadera pasión. Fue en estos años y en estos estudios, donde tomó contacto con Luis García Berlanga, Florentino Soria y Agustín Navarro, entre otros.
Durante estos años paralelamente colaboró en varias publicaciones (La Hora, Índice) como escritor cinematográfico. Posteriormente fue cofundador de Objetivo, otra revista cinematográfica.
En sus primeros escritos mostró una gran cercanía con el Neorrealismo Italiano; si bien, estilísticamente fue para él una gran influencia el cine de los maestros rusos. Siempre cuidó al extremo los encuadres, el equilibrio de la puesta en escena y un análisis riguroso del contexto de la imagen. Por tanto, carecía de esa cierta espontaneidad italiana a nivel estético (en parte obligada por la escasez de recursos), pero compartiendo (eso sí) un profundo sentido crítico y de denuncia social con directores como Visconti o Rossellini.
Manifestó Bardem en una de sus intervenciones posteriores más conocidas: “El cine español vive aislado; aislado no sólo del mundo, sino de nuestra propia realidad. Cuando el cine de todos los países concentra su interés en los problemas que la realidad plantea cada día, sirviendo así a una esencial misión de testimonio, el cine español continúa cultivando tópicos conocidos”.
Fue clave la participación del director en las Conversaciones de Salamanca (1955); un encuentro que se celebró para analizar la realidad del cine en España. Se hizo célebre su pentagrama sobre los defectos del cine español, el cual según su punto de vista era “políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico».
INICIOS CINEMATOGRÁFICOS
Es este deseo de mostrar la realidad española, y de denunciar los desmanes del franquismo (recordemos que militó desde 1943 clandestinamente en el PCE), lo que le lleva a formar tándem artístico con Luis García Berlanga en la arriesgada misión de hacer un cine en la línea del neorrealismo; un nuevo cine consciente de sí mismo y de la situación de España durante la dictadura. En un paraje lleno de películas desconectadas del horror del día a día y repleto de niños prodigio y tramas simplonas, se embarcan en lo que será su primer largometraje juntos Esa Pareja Feliz (1951). Una comedia del desarrollismo, con un trasfondo dramático e impregnada de denuncia a la precariedad laboral y falta de libertades de la época. Hecho que no gustó a la industria cinematográfica española por lo que no se estrenó hasta 1953, y sin subvenciones.
Cabe reseñar que Bardem y Berlanga tuvieron que utilizar magistralmente las metáforas y despistar a la censura franquista para poder desarrollar su denuncia social.
Podemos verlo también en su siguiente trabajo, una de las obras maestras de aquellos años Bienvenido Míster Marshall (1952). Con Berlanga como director, Bardem fue guionista, con la participación de Miguel Mihura escribiendo los diálogos (como se puede apreciar por el uso del humor absurdo). Esta película fue una sátira y una crítica a la España servil de la época, olvidada a la postre en los planes de reconstrucción europeos. Magistral el paralelismo de la escena del discurso con las arengas de Franco. Afortunadamente, el franquismo no supo vislumbrar la carga crítica de la película, y dejó proyectarse este filme sin el cual, la historia del cine no habría sido la misma. Fue avalada además internacionalmente, por los premios a la Mejor Comedia y mención Especial al Guion en el Festival de Cannes de 1953.
Dado que Bardem siempre quiso vivir del cine como director de profesión que se consideraba, tuvo que aceptar películas por encargo, sin ningún tipo de carga ideológica y desde luego, alejadas de lo que para él debía ser el cine. Entre ellas hubo películas policiacas, adaptaciones de Julio Verne o productos de escaso valor artístico creados para lucimiento de actrices de la época.
La carrera profesional de este gran cineasta fue reconocida con galardones como la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que se le concedió en 1986. Fue miembro de los jurados internacionales en festivales de cine como Cannes (1955) y Berlín (1993). Juan Antonio Bardem recibió el Goya de Honor por toda su carrera cinematográfica en 2002. En esa ceremonia de los Goya solicitó en su discurso (entre la broma y el sarcasmo) fondos de algún productor que estuviera en la sala, porque aún tenía mucho que contar. Lamentablemente, falleció ese mismo año a los 80 años de edad; siempre nos quedará su legado, uno de los más brillantes y socialmente comprometidos del cine español.
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LAS PELÍCULAS DE LAS QUE SIEMPRE ESTUVO ORGULLOSO
MUERTE DE UN CICLISTA (1955)
Una de las películas que más molestó al franquismo, que por obra y arte de su censura mutiló algunas escenas como protestas estudiantiles e impuso un final moralizante. Sin embargo, la película siguió funcionando como una crítica biopsia de la sociedad del momento. Rodada con una elegancia con reminiscencias de Hitchcock, muestra una sociedad que aun amparada por Franco, agoniza víctima de su propio egoísmo y superficialidad. Destaca el contraste entre escenas de pueblos donde se aprecian los estragos de la Guerra Civil frente a la opulencia de los “ganadores”. La película se alzó con el premio de la crítica Internacional en Cannes en 1955.
CALLE MAYOR (1956)
Una vuelta más de tuerca en el compromiso de Juan Antonio Bardem, que le llevó a ser encarcelado por el franquismo durante el rodaje. La trama, en la que el observador se ve implicado mediante planos y miradas, nos habla del papel de la mujer española en los años 50, donde ser solterona era motivo de burlas. Habla de ese país donde el retroceso de la mujer fue absoluto y despiadado.
Calle Mayor está considerada como una de las 50 mejores películas del cine europeo, y fue nominada a los Óscar en su día y aunque no llegara a obtener el prestigioso premio sí ganó el premio de la Crítica en Venecia.
PELÍCULAS DURANTE LA TRANSICIÓN
EL PUENTE (1976)
Esta película, que recibió el Gran Premio del Festival de Moscú del año 1977, pretende ser una redención del Landismo, aunque aún le quedarían unos pocos años. Juan (Alfredo Landa) trabaja en un taller mecánico en Madrid, donde un amigo le insiste en que se sindique y se una a una manifestación para protestar por las condiciones laborales. Pero Juan no está dispuesto a perder su puente de verano donde piensa ir a divertirse a Torremolinos. Un viaje accidentado, donde se topa con políticos corruptos y situaciones lamentables en un país que pedía el cambio a gritos, hace que a la vuelta se sindique, sin dudar de que su amigo tenía razón.
SIETE DÍAS DE ENERO (1979)
Película basada en la matanza de Atocha (24 de enero del 77), donde un grupo de extrema derecha (Alianza Apostólica Anticomunista) atentó contra unos abogados laboralistas unidos a CCOO y al PCE.
La película se concibe como un híbrido entre ficción y documental, ya que hay algunos elementos alterados por los guionistas, pero es esencialmente fiel a los hechos ocurridos y se mezclan imágenes de archivo reales.
LA ADVERTENCIA (1982)
La película fue una coproducción de Bulgaria, URSS y RDA y cuenta la historia de Jorge Dimitrov ante los tribunales nazis que le acusaban de haber intervenido en el incendio del Reichtag, que los propios nazis quemaron para criminalizar a los comunistas.
Durante año y medio Bardem estuvo trabajando en la realización de la película con unos medios artísticos e intelectuales como nunca había disfrutado en España.