Juan Carlos de Borbón, el corrupto inviolable, se ha vuelto a superar a sí mismo en jeta y caradura. Tal y como dijimos que sucedería, y no era muy difícil de adivinar, una vez que la Fiscalía española le concediera en su informe el ‘indulto’ antes de ser juzgado, el rey sin méritos regresaría a España cuando quisiera y le petara. Se supone que su regreso debería haber sido discreto y pactado con Moncloa y Zarzuela, pero Juanito ha estado acostumbrado siempre a hacer lo que le ha dado la gana desde siempre. No en vano fue educado y consentido por Franco mientras su padre Juan de Borbón, al que Juanito le robó el trono sin escrúpulo alguno, permanecía desesperando, largos años en el exilio de Estoril.
Como parte de una operación para salvar a la monarquía mientras durara su escándalo e incendio judicial, se le recomendó a Juan Carlos alejarse por conveniencia de Felipe VI y de los focos mediáticos, al menos hasta el buscado apagado de las causas judiciales. Le echaron de Zarzuela, así que el en otro tiempo rey campechano eligió Abu Dabi, capital de Emiratos Árabes Unidos, como residencia de lujo mientras hacía que se escondía un par de años de los españoles. Juan Carlos conocía bien Emiratos, cuyo aberrante sistema político es el de siete monarquías millonarias y autócratas que controlan dictatorialmente el país a través de un Consejo Supremo Federal, con prohibición de partidos políticos y violaciones de derechos humanos plenamente garantizadas, pero que no es más que una de las dictaduras teocráticas del Golfo Pérsico que inexplicablemente tanto le han gustado siempre al rey sin méritos, mucho más que las monarquías europeas que conviven con sistemas democráticos. Claro, en Emiratos no hay elecciones democráticas ni libertades, y las mujeres y los niños carecen de derechos, «pero yo estaré aquí de puta madre», debió pensar Juan Carlos. En esa petromonarquía de siete jefes, los derechos laborales no existen, y todavía desoyen el reclamo internacional de prohibir el trabajo infantil, por ejemplo el de los niños explotados que trabajan horas y horas conduciendo como jinetes de carreras de camellos, o como guías para turistas sin escrúpulos.
Tras 654 días residiendo cómodamente en Abu Dabi en una mansión de 1.052 m2 por valor de 11 millones de euros (¿quién le ha pagado la estancia y los gastos?), el penúltimo rey Borbón ha regresado a casa por primavera, sin duda orgulloso de sus privilegios reales y exhibiendo con descaro su impunidad. Desafiando a opinión pública, Gobierno, Parlamento y Casa Real, se ha puesto chulito: yo vengo a las regatas como siempre, no doy explicaciones de nada, como siempre, y si pretenden no dejarme entrar en Zarzuela, voy a entrar en mi palacio y para fastidiar a Felipe, voy a alargar la reunión en Zarzuela, donde no me querían dejar pasar, y me voy a quedar, por ejemplo, diez horas. Natural.
Con derecho a delinquir
Se puso incluso en Abu Dabi la vacuna china, mientras en España pasaba la pandemia, y ahí ha residido dos añitos viviendo como un marajá, muy bien cuidado por esas monarquías absolutistas hasta que se han dado las condiciones para volver, gracias a que la Fiscalía del Tribunal Supremo concluyó en su informe sobre las actividades ilegales de Juan Carlos de Borbón que efectivamente este había delinquido, pero que no se le podía sentar en un banquillo para que diera cuenta de sus responsabilidades ante la Justicia, porque el artículo 56.3 de la Constitución (dos líneas) le declaraba inviolable, es decir, con derecho (e impunidad) para delinquir. Porque ese artículo, auténtica aberración jurídica y antidemocrática, impide que la justicia sea igual para todos, y debería eliminarse con urgencia en una próxima reforma de la Constitución, mientras llega la República.
Cuando Juan Carlos salió por televisión, a propósito del caso Urdangarín, y nos dijo a todos los españoles que la justicia es igual para todos (que majete), ya se estaba riendo de todos nosotros, por dentro. El se sabía impune y se sentía ya, gracias a la inclusión de esas dos líneas en la Constitución española, un ser privilegiado por encima del Estado de Derecho y del principio de igualdad entre todos los ciudadanos.
Sobra arrogancia, faltan explicaciones
Pero ahora, tras sus conducta poco ejemplar, ha regresado a España desafiante, para reírse ya no por dentro, sino en la cara de todos los españoles: «¿Dar explicaciones, de qué?, ha contestado, carcajeándose sin pudor, a un periodista que le ha puesto la alcachofa y le ha preguntado si pensaba dar al menos explicaciones. Es muy fuerte, ¿no? Debemos recordar siempre que un pésimo alcalde de apellido Almeida dijo una vez sin pensarlo mucho: «Seremos fascistas, pero sabemos gobernar». Ahí es nada el comentario. Del mismo modo, un pésimo rey, parece haber pensado sin pudor ni escrúpulos: «seré un corrupto, pero tengo inmunidad». Y así lo ha demostrado en su primera visita-regreso, con arrogancia natural, chulesca, taurina, desafiante. Está tan fuera de la realidad que cree que puede volver a España después de conocidas en detalle sus fechorías por la opinión pública mundial, y no tener que dar cuentas de ellas a nadie ni sentirse obligado a dar explicación alguna. Juan Carlos ha regresado pretendiendo que todo siga como antes, y le ha faltado gravemente al respeto a todos los españoles.
Y aunque no haya demasiadas protestas en las calles, todavía, las explicaciones las esperan, y desesperan, todos los ciudadanos. Porque este señor ha regresado de un exilio forzoso para pasarlo bien en las regatas, no para justificarse, su regreso obedece al objetivo de recuperar y hacer visible la normalidad de su estatus de impunidad. Una impunidad larga, de 44 años, que el quiere extender, hacerla infinita. El rey sin méritos ha regresado a exhibirse, para enfrentar a todos los que desafían al régimen del 78, y a restregarnos que él sigue ahí, que vuelve a regatear en Sanxenxo y a entrar en Zarzuela cuando quiere. Y a tirar de la oreja a los que considera que malgestionan el régimen de la transición todavía, Casa Real, CNI, medios y bipartidismo, sobre todo al PSOE, que olvidados de que fueron juancarlistas durante décadas, acomplejados ahora por ello, esperaban al menos alguna disculpa y explicación pública.
Juan Carlos, corrupto e inviolable, parece creer que todo puede seguir igual que antes. Sin embargo, en política todo tiene consecuencias y su actitud resulta absolutamente indignante y escandaliza a millones de españolitos de bien. Él parece ignorar el coste político de sus escándalos, pero realmente la crisis de la monarquía y del régimen del 78 se agudizará cada vez que este señor salga por la tele, cada día que pase y que no se den explicaciones al pueblo.
Ha vuelto a ganar El Bribón
Su reaparición, como estrella fulgurante, ha sido en su municipio refugio, Sanxenxo, la corte gallega donde el ex Jefe de Estado sigue siendo el rey y adonde acude desde hace quince años con sus colegas empresarios a regatear y a ganar trofeos a huevo, que gana por ser el rey. ¿Y este año? Pues también ha vuelto a ganar El Bribón otra vez, y JuanCar tan contento de recibir los mismos aplausos palmeros de su corte de vasallos en su rincón gallego. Este país, créanme, mantiene algunos vasallos muy serviles, de mucha casta. ¿No recuerdan el crimen de Rafael del Riego, ordenado vilmente por Fernando VII, antepasado de Juan Carlos de Borbón, en 1823? Algunos gritaban vivan las cadenas, mientras se ejecutaba a un libertador. Hoy ya no se ejecuta, pero el uso de los vasallos y súbditos palmeros es una religión incentivada por el poder real y el poder real.
Juan Carlos, el rey sin méritos, parece que además de estar perdiendo la cabeza y el olfato -que sí tenía en otros tiempos- porque sin duda cree que aquí no ha pasado nada y que el regreso a la situación política anterior es posible, pero no lo es. La situación de antes es la protección continuada y planificada que, durante 40 años de Transición el bipartidismo, los grandes medios de comunicación, la Iglesia (que nunca habla del rey, pero que está con el), los jueces y el CNI -es decir los garantes históricos de su impunidad-, le han otorgado y garantizado como vértice de la oligarquía, que en España se expresa monárquica. Tras este retorno del emérito, la Casa Real es más que nunca una monarquía de la oligarquía y de la derecha y la ultraderecha.
El pueblo no olvida
Sin embargo, el rey cercano y campechano ya nunca más será campechano. El pueblo se sabe muy lejos de él, que regresa alardeando de impunidad y ostentación. El rey emérito es llamado en la calle ladrón y en los cafés el rey sin méritos, y el que en otro tiempo fuera considerado aparentemente transparente y honrado, es hoy un rey obligadamente abdicado que ha perdido el decoro y la vergüenza, y que es para todos, incluso para los suyos que le defienden sobre una pila de mentiras, el rey corrupto e inviolable. Oligarquía y derecha también lo saben, lo que pasa es que a unos, los del PP, no les importa su corrupción, porque es un deporte que practican ellos todos los días, porque su corrupción es también blindar al emérito.
Y los otros, los ultras de Vox, porque prefieren un rey de ellos, aunque robe si le peta, y con firme autoridad y las cosas claras. Que si no, la República democrática y popular. La querella del ultraderechista Miguel Bernard contra Alberto Garzón es de risa y no puede prosperar, porque quien ha dicho con autoridad que el rey delinquió, ha sido el informe de la propia Fiscalía del Tribunal Supremo. Que a continuación haya dicho que Juan Carlos de Borbón es inviolable y por tanto no se le pueda juzgar, no anula sus actuaciones demostradamente delincuenciales. El rey Emérito es un ladrón y lo sabe toda España. Hace falta que la monarquía se mire al espejo.
Y el noble pueblo no olvidará estos hechos, no los olvidará nunca, porque la gente trabajadora se deja el lomo a diario trabajando y paga sus impuestos. Admira la honestidad y abomina de los corruptos. Que en parte calle, todavía, no significa que avale o que no esté indignadísima. La monarquía está por ello, de fondo, muy tocada. Y por eso la estupefacción de muchos ante el descaro del regreso juancarlista, por eso las pancartas espontáneas de ¡Galicia no tiene rey! han sido también desplegadas en Sanxenxo y en muchos municipios. Algunos valientes han ido a gritarle que así no. En diversas plazas españolas, ciudadanos indignados han salido a protestar contra la corrupción monárquica. Que la grieta sea mayor es solo cuestión de tiempo.
Y esto, a pesar de que como ha dejado dicho con acierto Gema Delgado, aunque la prensa internacional se escandaliza y denuncia la corrupción y el descaro del penúltimo rey Borbón, los grandes medios españoles se han sumado a pasar página, al borrón y cuenta nueva, al mirar para otro lado y a la operación de recuperación imposible de un Juan Carlos, hoy tocado y hundido, aunque él y sus cortesanos, como los zombies, ignoren que está muerto y amortizado. La prensa del régimen, cobarde como nunca, ha continuado vergonzosamente alabando y blanqueando de corrupción a la figura de Juan Carlos I, como si nada hubiera pasado, y vendiendo su supuesto ‘enorme legado democrático que pequeños errores no pueden invalidar».
Sin embargo han existido medios dignos y periodistas valientes que han ejercido la crítica a esta institución antidemocrática empapada de corrupción que quiere sobrevivir contra los tiempos modernos, y que merecen ser citados. Gran Wyoming siempre en el actuar crítico, ha aparecido vestido de emir árabe cantando la ranchera de «…Pero sigo siendo el rey». Raúl Pérez, en la Cadena Ser, ha dedicado una versión de SlowMo, muy crítica y burlona, al rey Emérito. Y hasta Federico Jiménez Losantos, consciente de que Juan Carlos dinamita la monarquía todos los días, le ha dado caña sin fin desde la derecha, aunque sea por vergüenza monárquica y el convencimiento de quien sabe que si la corrupción sin límites se permite, esta se come las instituciones y hasta las casas reales.
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BLINDAR AL EMÉRITO
El PSOE es el verdadero responsable de la continuidad de la monarquía en este país
Los partidos de la derecha del régimen, PP, Ciudadanos y Vox, han elogiado como si nada el retorno de Juan Carlos, pelotas y comparsas de la Corona a la que le hacen vergonzosamente de cortafuegos. Su objetivo sigue siendo blindar al emérito, ‘eternizar la larga transición’ y una pieza clave para garantizar los beneficios de los privilegiados económicos del país, a los que representan.
¿Y el PSOE? Varios ministros y dirigentes han lamentado que Juan Carlos de Borbón, en su retorno, no haya dado ni siquiera explicaciones públicas de su conducta o peticiones de perdón. Sin embargo, a lo interno del partido, siguen persiguiendo el republicanismo de las JJSS y de la corriente Izquierda Socialista. Pasan vergüenza cuando se les recuerda su error histórico de declararse juancarlistas durante décadas, pero son los verdaderos responsables de la continuidad de la monarquía en este país.
El grupo parlamentario del PSOE ha votado una y otra vez en el Congreso en contra de la creación de una comisión de investigación sobre las corruptelas del emérito. Sánchez dijo públicamente que había que acabar con la inviolabilidad de la monarquía, pero un año después no se ha tocado y tan solo se ha aprobado un decreto de maquillaje con pluma del ministro Bolaños, que pretende promover una apariencia de falsa transparencia de la Casa Real, y donde Felipe VI ni siquiera tiene la obligación anual de dar cuenta de sus finanzas.
El actual monarca, Felipe VI, se sienta en un trono bajo la sombra de un padre sin dignidad ni conciencia y con moral corrupta.
Ciudadanos españoles libres, trabajadores de la patria, que aspiramos a una sociedad más justa, de personas libres e iguales: sigamos trabajando por la III República. Sin prisa y sin pausa. SyR
Secretario General Izquierda Republicana