Ya de niña jugaba a hacer teatro con sus hermanos. Amparo es la tercera de nueve, así que no faltaba diversión. Cuando tenía 8 ó 9 años, sus padres les regalaron una cámara de Súper 8 y el cine se incorporó a la familia Climent. Estudió música en el Conservatorio e interpretación en la Escuela El Micalet. Pero cuando sintió que la ciudad del Turia se le quedaba pequeña, se lanzó a probar aventuras en Madrid. Y las encontró. Eran tiempo de luchas profesionales. “La huelga del 75 fue una inflexión total en la lucha política. Estaba recién llegada a Madrid y me cogió por banda mi amigo Juan Diego, Paco Casares y Fernando Marín. Yo no tenía conciencia de lo que era, pero no podía con las injusticias”. Así que de la mano de aquellos amigos entró a militar en el PCE. Pasaron los años pero nunca abandonó sus ideas y hoy sigue participando en todos los actos de la rojeríos a los que se le invita. “Mi concepto de la vida es marxista. (…) Esto de la disciplina del partido no hay forma de quitártelo de encima”, bromea, mientras charlamos en una terraza cerca de su estudio.

Amparo es inquieta, curiosa y multifacética. Nunca deja de explorar ni de entusiasmarse. En Madrid se licenció en Bellas Artes, y así siguió sumando conocimiento y creatividad: actriz, guionista, directora, artista plástica… No es de las personas que se quedan en las gradas contemplando las jugadas, Amparo se arremanga y baja al terreno donde se mueven las piezas: forma parte de la Junta Directiva de la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas; acaba de renovar y la han nombrado Secretaria General de la Academia, en la ejecutiva. Hace 25 años creó la primera Agencia de Guionistas de España, Sinopsis. Y entre otras muchas cosas es la presidenta de la Asociación Arte y Memoria, que organiza el Festival de Cine Internacional por la Memoria Democrática (FESTIMED), que dirige Carlos Olaya con un amplio equipo de compañeras y compañeros.

Estos días, con la masacre de emigrantes subsaharianos en la frontera de Melilla, se abren en canal las historias que nos trajo del monte Gurugú y de las mujeres de los bosques de Bolingo con las que compartió intimidades y secretos de las agresiones y humillaciones que sufrieron en sus viajes a través de África. Igual que las imágenes en las playas del Tarajal con la Guardia Civil disparando contra los subsaharianos que intentaban llegar a nado, la llevaron a coger la cámara y plantarse allí para conocer la realidad, las imágenes de los refugiados y refugiadas sirias la llevaron a Idomene. El resultado fue Las Lágrimas de África, en el primer caso; y El Sueño de Idomene, en el segundo.

Su último trabajo es la película documental ficcionada Las cartas perdidas, que se estrenará en octubre cuando concluya su circuito de festivales.

Se aproximaba el 80 aniversario del exilio y Amparo Climent le daba vueltas a cómo hacer un homenaje a las mujeres víctimas del franquismo y que sufrieron una doble represión: por ser mujeres y por ser republicanas. Mujeres a las que les mataban los hijos, los padres, las madres; madres, a las que les quitaban los hijos en la cárcel nada más parir y antes de ser fusiladas; mujeres a las que las rapaban la cabeza, les daban aceite de ricino para que se cagaran por la calle delante de todo el mundo. Palizas, abusos, violaciones, terror, exclusión, señalamiento.

Quería contarnos lo que vivieron aquellas mujeres y encontró en las cartas la mejor forma de hacerlo: a través de aquellas líneas, con sus palabras, sus pensamientos. Hoy se conoce mejor a las Trece Rosas, asesinadas el 5 agosto de 1939, y una de las cartas es precisamente la de una de ellas. Pero hubo miles y miles de rosas por todos los pueblos y ciudades de España. Todas anónimas… desconocidas.

Son cartas de mujeres republicanas escritas en el exilio o en las cárceles franquistas; cartas desde los campos de trabajo en Francia; cartas de consuelo a la familia escritas por una manos a punto de perder el pulso en las tapias del cementerio, por reivindicar libertad y derechos; cartas que llegaban a las manos de una madre que se desangraba de dolor y de impotencia; cartas que nunca salieron de aquellos muros; cartas que se murieron en el intento o que ni siquiera llegaron a escribirse. Cada carta guarda la esencia destilada de una vida sesgada por la brutal represión; detrás de cada carta hay una actriz que cede su voz y su cuerpo para que esas mujeres cuenten lo que les pasaba; para que se sepa; para que las oigamos; para construir nuestra historia con todas sus piezas. PARA QUE SUS NOMBRES NO SE LE OLVIDEN A LA HISTORIA.

En su trabajo, Amparo rompe las barreras de los tiempos y los espacios, une las guerras y las represiones que hubo en España con las que se producen hoy en otros lugares golpeados del mundo, los exiliados españoles, con los sirios. “Lo mío es ya cine de guerrilla”.

GEMA DELGADO: ¿Por qué decidiste contar la historia con cartas de mujeres?
AMPARO CLIMENT:
Hasta ahora hemos visto toda la historia de España a través de los ojos de los hombres; todavía se ha visto muy poco lo que sucedió con todas las mujeres, que fueron las más castigadas y sufrieron doble represión. A partir de las cartas buscamos documentación para contar la historia de aquellas mujeres.

Primero nació como obra de teatro, que se está representando en toda España. La lástima es que la obra de teatro es más efímera y no puede quedar como un testimonio, así que a partir de ahí me puse a escribir el guión del documental. El audiovisual llega a más gente y también a otros públicos. Durante la pandemia acabé de desarrollarlo y empezamos a rodar. Fueron dos años de trabajo con muchas dificultades.

La financiación corrió a nuestra cuenta, aunque luego fuimos recibiendo ayudas de CCOO, UGT, alguna Diputación y la Generalitat, pero no han cubierto el total. En el teatro trabajamos tres actrices: Miriam Tejedor, Gloria Vega y yo. Pensé en lo bonito que sería que cada carta fuera interpretada por una actriz. Así que en total son 25 las que hacen este trabajo maravilloso. Las fui llamando por teléfono y nadie dijo que no. Las conocía a todas, ya sea porque son amigas o porque hemos coincidido en el trabajo, pero todas somos mujeres de izquierdas y sé que todas estaban muy mentalizadas con la memoria histórica.

G.D.: ¿Cuál es el recorrido que lleva el documental?
A.C.:
Primero lo proyectamos en la SEMINCI de Valladolid, en un pase especial fuera de concurso. No la pudimos presentar al festival porque no estaba acabada, pero les interesó mucho y pensaron en abrir una sección de historia. Tuvo mucho éxito. Y ahora estamos seleccionados en varios festivales. Hemos ganado la biznaga de plata de Málaga y va a seguir en un proceso de festivales hasta septiembre. En octubre haremos el estreno en Madrid y simultáneamente en varias ciudades españolas. Y para ello nos gustaría traer a cineastas ingleses y franceses, comprometidos con la memoria, si podemos invitarles.

Luego ya nos presentaremos a los Goya y recorreremos España. Y a partir de ahí a todos los lugares en los que pueda servir para abrir el debate, especialmente a los centros educativos; para que los jóvenes entiendan la historia; a los emigrantes españoles y a los que vienen de África.

G.D.: Mujeres republicanas, mujeres subsaharianas, refugiadas sirias… siempre mujeres.
A.C.:
Siempre hablo de mujeres porque son las grandes olvidadas. Y son las que más han sufrido y a las que menos se ha valorado. La represión brutal que hubo contra ellas no es comparable. A ellas las violaban sistemáticamente. A las que llevaban a fusilar las soltaban en los cementerios y luego las cazaban, las violaban, las torturaban y finalmente las asesinaban. También utilizaban a sus hijos. Y, luego, las viudas no podían ir de luto, estaba prohibido. En una de las cartas, una mujer escribe a su amiga y le dice «si vienes al pueblo, no me saludes; te extrañará no verme de luto por la muerte de mi marido y de mis hijos, pero es que está prohibido llevar luto (…). Y tampoco saludes a mis hijos pequeños porque te puede crear problemas». Es un aislamiento y una soledad tremenda, sumada a todo el dolor de las muertes y de los asesinatos. Fueron represaliadas por haberse enfrentado a un mundo cruel y desconocido; tenían que sobrevivir sin trabajo, caminando kilómetros al día para ir a recoger unos huevos… Hoy estamos hablando de Ucrania, pero es que en España pasó lo mismo. Y en Las lágrimas de Africa también pasa lo mismo. Los hombres estaban en el monte Gurugú, yo estuve con ellos cuando saltaban la valla, pero también estuve con las mujeres en el bosque de Bolingo que es donde ellas estaban con los niños en unas situaciones lamentables.

“La Ley Audiovisual favorece a las grandes plataformas. Antes había una serie de ayudas a las productoras independientes a las que no podían acceder las plataformas y se rodaban películas muy interesates que ya no se van a poder hacer

Pero nadie habla de Bolingo. Decían que el camino era muy duro. Además, ellas se ven obligadas a acercarse a quien sea para que las proteja. ¡Manda callar! Tienes que arrimarte a quien se te acerque para que te proteja, para que otros no te violen, no te roben, no te peguen o no le hagan daño a los niños; es tremendo. Y pasaba lo mismo en los Sueños de Idomene. Esta película la hicimos mi hijo y yo, cada uno por su lado, y también está focalizado en las mujeres; es que había miles de mujeres solas, y niños solos a lo bestia. Algunas familias les acogían pero otras se dedicaban al tráfico.

El camino es duro no sólo por el tráfico, es porque han sido agredidas, aunque muchas no te contaban lo que les había pasado porque les daba vergüenza.

Por otra parte, cuando se habla de ONGs y de los voluntarios siempre se habla en masculino. Fue una de las razones por las que me fui allí. Resultaba que eran sólo los bomberos, los camioneros…. y me dije: tiene que haber montón de mujeres, ¿pero dónde están? Y efectivamente era así, había montones de mujeres voluntarias y cuatro bomberos. Pero cuando iba la televisión les entrevistaban a ellos. Y así escribimos la historia.

Me interesaban las mujeres refugiadas pero sobre todo me interesaban ellas, las voluntarias, cómo habían llegado allí. Fui entrevistándolas. La mayoría iban solas, no pertenecían a ninguna organización y eran mujeres a las que les había pasado lo que a mí: estaban viendo la tele y dijeron, me tengo que ir allí, sacan el billete y se van.

G.D.: La Ley Audiovisual ha defraudado al cine independiente y alternativo que lo tendrá más difícil para trabajar.
A.C.:
Se había hablado con las pequeñas productoras, pero dos horas antes de aprobarse la ley, se modifica y se presenta una ley que favorece a las grandes plataformas. Antes había una serie de ayudas a las productoras independientes a las que no podían acceder las plataformas. Y se rodaban películas muy interesantes que ya no se van a poder hacer porque las ayudas van a ir a proyectos que tengan más envergadura y más apoyo financiero. Ahora se ha buscado una especie de truco que consiste en que aliándose con una productora ya pueden solicitar esas ayudas. Se ha hecho de una forma que va en contra del cine independiente. Imagino que son presiones que ha tenido el gobierno. Ha habido mucha protesta y la seguirá habiendo. Los que hacemos cine independiente se van a quedar sin poder hacerlo; se cierra la puerta a un tipo de cine diferente. Desde la Academia hemos presionado, pero les ha dado igual. Creo que han hecho oídos sordos y no hay ningún interés en modificar nada.

“Creo que conseguiremos que, como en el movimiento feminista, los jóvenes tomen el relevo en la reivindicación de la memoria”

G.D.: Solemos hablar de memoria como un derecho: “el derecho a la memoria”. Pero si no se avanza más y se añade “compromiso” y “responsabilidad de dar a conocer”, y si no lo respalda la ley y las instituciones, ¿sería suficiente?
A.C.:
Claro que no. Los primeros que se empezaron a mover con temas de memoria fueron la asociación de expresos, desde alrededor del 62, luego se han ido sumando muchos a la Plataforma de la Comisión de la Verdad, que reúne a más de cien asociaciones y aglutina a mucha gente a nivel personal. No cabe duda de que en casi todas las familias hubo algún elemento familiar represaliado. Y esto lo he ido viendo según hacía la película, cuando amigas mías, actrices, directoras y guionistas me han ido contando su historia: «mira que mi abuelo estuvo represaliado», «mi abuela estuvo en la cárcel»… y ha sido una sorpresa. En general, todo el mundo está muy mentalizado. Ahora hace falta que los jóvenes continúen con esas reivindicaciones históricas que debemos llevar hasta sus últimas consecuencias con la ley de la memoria ahora y con lo que venga después. Y como no arranquemos ya, vamos fatal. Claro que tiene deficiencias, que hay cosas que se pueden mejorar, pero el paso más inmediato es aprobarlo, y luego ya poco a poco ir cambiando lo que haga falta.

G.D.: Igual que en el movimiento feminista ha habido un relevo generacional, ¿crees que se está produciendo ese relevo en la reivindicación de memoria? ¿Cómo ves la implicación de la juventud?
A.C.:
Pues soy optimista. Hace siete años creamos la asociación Arte y Memoria, que presido y que tiene como objetivo atraer a los jóvenes al tema de la memoria. Para eso creamos el festival de cine, FESTIMED, que este año celebrará su 6º edición. En la última edición se presentaron más de 2.000 películas de memoria, de todos los países, y al final el jurado se vuelve loco para elegir porque hay muchas que son buenísimas. Menos mal que hay muchos trofeos para repartir. Se llevan un trocito de madera de un tronco de un árbol talado, los hago yo, y les ponemos una piedra de lugares emblemáticos, como Brunete, Belchite, de los campos de concentración franceses…

La participación de los jóvenes ha sido brutal. Es maravilloso ver la gala de FESTIMED porque todos los que salen a recoger son gente que está muy implicada con la memoria y ha hecho unos cortometrajes muy emotivos y profundos sobre el tema. A lo mejor no están tan involucrados en el día a día como estamos los mayores, pero sí están muy implicados, y de hecho cuando terminamos el festival siempre hay mucha gente que se acerca a decirnos «de verdad, cuenta conmigo para lo que necesites». Creo que conseguiremos que, como en el movimiento feminista, los jóvenes tomen el relevo en la reivindicación de la memoria democrática.

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CAMPO DE VACANCES Nº 18 NORTE. 9 de febrero de 1940

Respetables señores de la comisión S.E.R.E. *

-La refugiada Pilar Gallego Lahilla, esposa de Francisco Coll Vallés, tiene el honor y al mismo tiempo la desgracia, de participarles a ustedes, como representantes nuestros, de los refugiados en los campos de Francia, que se encuentran en la más postergada soledad y en la más apremiante necesidad material.

-A continuación expone: que hace más de seis meses que mi única hija Pilar se encuentra bastante enferma, por carecer de las medios metálicos con que poder sufragar los gastos, para la compra de los medicamentos imprescindibles.

-La administración del campo no los proporciona, y mi marido no puede, por encontrarse refugiado, como nosotras, en un compañía de trabajadores locales.

-El día 21 del presente mes, a causa de la agravación de su enfermedad, la arrancaron de mis brazos y la llevaron al hospital, pues mi hija cuenta actualmente 25 meses de edad.

-Es por lo que me dirijo a ustedes, porque espero de su noble comprensión, la apremiante y justa necesidad, que de ustedes espera recibir, y ser atendida a esta desconsolada madre, que con los brazos abiertos, acude a quien cree y espera le enviarán el socorro, bálsamo de la salud de su hija.
Pues aunque la madre hace bastante tiempo que se encuentra también en la enfermería del campo por problema de salud.

Sólo les pido señores de la SERE, lo más apremiante para atender al restablecimiento de la quebrantada salud de mi tierna hija.

Quedo anticipadamente agradecida esta Madre Pilar Gallego

* Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE)