La eliminación de la imagen de Trotski de la foto del mitin de Lenin por los servicios de propaganda de Stalin ha sido durante años emblema de la manipulación y de la aversión intrínseca del comunismo hacia la libertad. Durante décadas hemos visto utilizar este ejemplo, incluso más que el del propio asesinato, como botón de muestra de la superioridad moral de la democracia estadounidense, en la que, por cierto, se discriminaba legalmente a sus poblaciones negra y nativa. Sin embargo, en esos mismos años tuvo lugar una censura que bien podría calificarse como mínimo de similar.

Se trata del Centro Rockefeller, un complejo de edificios situado en el centro de la isla neoyorquina de Manhattan. Iniciado en 1930, la Wikipedia lo considera “el mayor proyecto de construcción privada de todos los tiempos”. Fue declarado en 1987 hito histórico nacional, título que ostentan 2500 lugares en Estados Unidos. Esta fuente también nos dice que “el vestíbulo principal del complejo de edificios fue decorado por los muralistas José María Sert y Frank Brangwyn. Lo que la Wikipedia no nos dice es que fue el muralista mexicano Diego Rivera quien pintó el vestíbulo principal. Y tampoco nos dice que ese mural desapareció. Sí, desapareció, como Trotski en la foto del mitin de 1920.

El centro Rockefeller del que a buen seguro reconoceremos las imágenes de algunos de sus edificios, y cuya pista de patinaje habremos visto en infinidad de películas ensalzadoras de la libertad, lleva el apellido de John Davison Rockefeller (1839-1937), quien se había convertido en uno de los hombres más ricos del mundo mediante el monopolio del refinado de petróleo. Para ello no dudó en utilizar prácticas ilegales. Profundamente religioso, había llegado a la conclusión de que “la competencia es un pecado, por eso procedemos a eliminarla”. A pesar de las muchas denuncias que hubo de productores damnificados, no fue hasta 1899 que el Gobierno de Estados Unidos le obligó a dividir la Standard Oil Trust, de la que surgieron la Chevron y la Exxon, entre muchas otras. Para entonces ya era considerado el hombre más rico de Estados Unidos. Junto con Jay Gould, Jim Fisk, J.P. Morgan, Philip Armour, Andrew Carnegie y James Hill, formó parte de ese reducido grupo de magnates (capitanes de la industria, les gustaba llamarse) y que popularmente se les conoció como los “barones ladrones”.

Diego Rivera llevó el socialismo al Centro de Manhattan

Diego Rivera fue contratado por la familia Rockefeller para pintar un mural de 99 metros cuadrados en el vestíbulo del edificio principal del complejo, el 30 Rockefeller Plaza, que debía servir para mayor gloria y reconocimiento del oligarca. Fue elegido de rebote, tras la negativa de Picasso y Matisse. Rivera, cuya ideología comunista era pública, acababa de pintar dos murales en San Francisco, en los que ensalza el mundo del trabajo. Uno de ellos, La alegoría de California, lo había pintado para el edificio de la bolsa de San Francisco. El segundo mural muestra los trabajos que están detrás de la construcción de una ciudad.

Los Rockefeller habían exigido a Rivera que el mural tuviese un carácter reflexivo, que obligase al espectador a pensar. ¡Y vaya si cumplió con lo establecido el maestro mexicano! Diseñó un mural en el que se confrontaban el capitalismo, en la parte izquierda del muro, y el socialismo, en la derecha. En el centro, un obrero encarna un futuro dominado por la ciencia.

El capitalismo es representado por amenazantes soldados con bayonetas y máscaras antigás (en clara alusión al uso de agentes químicos en la Primera Guerra Mundial) y por trabajadores que piden “trabajo, no caridad” son reprimidos por fuerzas policiales. El socialismo es identificado por las banderas del Ejército Rojo al que acompañan hombres, mujeres y niños. En la parte del capitalismo, está la figura de Darwin, como crítica a las ideas racistas preponderantes en aquellos años en Estados Unidos y Europa, teorías que trataban de justificarse en una errónea interpretación de los escritos de Darwin. En la parte del socialismo, aparecen las figuras de Marx y Trotski. La parte del capitalismo la domina la figura de una estatua de un Dios griego que lleva un crucifijo al cuello. La zona del socialismo la protagoniza otra gran estatua: una especie de emperador romano sin cabeza que sujeta con una mano el símbolo del fascismo musoliniano, el haz de los lictores, en el que está grabada una esvástica.

Cuando se conoció el boceto del mural, que había sido aprobado por la familia Rockefeller, la prensa criticó su contenido. A mediados de 1933, el New York World-Telegram calificó la obra de “propaganda anticapitalista”. Diego Rivera, que estaba finalizando la obra, respondió sustituyendo la cara de un trabajador por la de Lenin en un plano muy destacado. Nelson Rockefeller, nieto del patriarca y primer presidente del Rockefeller Center, exigió su eliminación, pero Rivera no dio su brazo a torcer. Los Rockefeller dieron por roto el contrato y a principios de 1934 anunciaron una remodelación del vestíbulo del 30 Rockefeller Plaza: el mural de Diego Rivera fue destruido.

El pintor, que calificó este hecho como “terrorismo cultural”, partiendo de bocetos y fotos, recreó esta obra en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, donde podemos contemplarla. Nelson Rockefeller fue vicepresidente de Estados Unidos entre 1974 y 1977.

La historia tiene su gracia si pensamos que, desde finales de los cuarenta, la fundación Rockefeller ha sido una de las pantallas de la CIA a la hora de difundir la censura de la imagen de Trotski, como parte de la propaganda anticomunista, tal y como recoge el libro La CIA y la guerra fría cultural, escrito por Frances Stonor, de recomendable lectura para todo aquel que no tenga miedo a saber de dónde pueden proceder ciertas ideas.

‘El hombre controlador del universo’, pintado por Diego Rivera para el Rockefeller Center pero repintado para el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.

Imagen de Lenin introducida por Rivera que motivó el rechazo de los Rockefeller

‘La realización de un fresco que muestra la construcción de una ciudad’ es un mural dentro de otro. Representa la creación de la ciudad y, a su vez, del mismo fresco en el que conviven arquitectos, ingenieros, artesanos, escultores y pintores haciendo su trabajo.

El pintor mexicano Diego Rivera con su paleta y pinceles

John Davison Rockefeller (1839-1937) magnate de la industria estadounidense y fundador de la dinastía familiar

El Rockefeller Center, complejo de 19 edificios comerciales en la Ciudad de Nueva York, Estados Unidos