Tras un mes de paros, huelgas y de las manifestaciones más multitudinarias que vive el país desde 1989, la mecha de la indignación parece haber prendido en las trabajadoras y trabajadores panameños que no están dispuestos a soportar más recortes y medidas neoliberales en un país en el que el tráfico en el Canal de Panamá genera miles de millones anualmente que no se revierten en mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía del país.

El catalizador de las protestas ha sido el creciente aumento de los precios de los combustibles y de los alimentos, además del alto costo de los medicamentos y los bajos salarios en un país donde la pobreza se sitúa en el 12%, con un 10% de desempleo y un 48% de empleo informal.

El gremio de docentes ante esta situación se declaró en huelga indefinida y a ellos se les han ido sumando otras organizaciones y sindicatos como el de industria y construcción, junto a grupos indígenas y ciudadanía en general.

El presidente de centro, Laurentino Cortizo, quien ganó las elecciones en 2019 por un estrecho margen al líder conservadurista, Rómulo Roux de Cambio Democrático, inició conversaciones con parte de los grupos que lideran las protestas para llegar a acuerdos en materia de precios del combustible y de los alimentos básicos, pero éstas se rompieron casi sin haberse iniciado continuando así las movilizaciones en la República panameña, por una sociedad hastiada de mandatarios que desde el golpe de Estado del general Omar Torrijos en 1968, ha visto cómo todas las posiciones políticas han virado hacia la aplicación de políticas neoliberales.

Las conversaciones para intentar llegar a acuerdos entre el gobierno y los grupos y gremios que lideran la rebelión, se han retomado en las últimas horas, en medio del cierre de carreteras y acciones represivas de la Policía Nacional contra manifestantes en las provincias de Veraguas y en Panamá Este, que de nuevo ponen en riesgo el llegar a un acuerdo que pueda beneficiar a la clase trabajadora panameña.

Veremos cómo evoluciona la situación del país en las próximas semanas pero lo que está claro es que la población panameña ya está harta de que la concentración de la riqueza y de las rentas nacionales beneficie casi exclusivamente a unos pocos. Por eso, es obligatorio que el debate trascienda a las demandas puntuales reclamadas y absolutamente necesario que se den soluciones para el desarrollo de un nuevo sistema económico y social inclusivo y sostenible que erradique todas las formas de clientelismo y corrupción instauradas en el país desde hace años.

Mientras tanto, las panameñas y panameños parece que empiezan a tener claro aquello que La Raíz y Toni Mejías nos decían en “Donde duerme el chamán”:

“(…) Y es que un pueblo digno es un pueblo libre. Y si este se oprime se oirá el ruido de sables. Que un pueblo sin miedo es lo más temible. Porque los principios no son negociables. (…)”