Ernesto Fernández Nogueras, Premio Nacional de Artes Plásticas en 2011, es un cronista, un testigo elocuente que ha dado testimonio de la gran epopeya de nuestro pueblo y de la vida cotidiana en la Revolución.
Ha estado en todo. Fue el primer fotógrafo que llegó a Playa Girón cuando la invasión de 1961. Fue corresponsal de guerra en Nicaragua y en Angola. Y ha registrado el día a día de los cubanos con imágenes de gran impacto y belleza, una obra de altísima calidad que conjuga la experiencia estética con trascendentes valores testimoniales.
Juntos acometimos muchos reportajes. Trabajábamos para la ya desaparecida revista Cuba, de la que él fue uno de los fundadores, y, pese a los años en el oficio, nos honrábamos con seguir perteneciendo a la infantería del periodismo en aquella publicación que fue una de las grandes realizaciones de la prensa cubana.
Para él, la gran epopeya y la epopeya cotidiana son una sola y única gesta y sus protagonistas son los mismos: “Los que lucharon en la Sierra Maestra y en Playa Girón y los que se esforzaron en las zafras azucareras, los mismos que siempre han estado en la primera línea”.
Nunca trabajó por galardones ni reconocimientos sino por el gusto de una obra bien hecha que dejara testimonio, fiel a sus concepciones estéticas de que la fotografía de prensa es también labor artística, definitiva y de valor.
(Texto y fotos: Ernesto Fernández Nogueras)

En 1960, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir estuvieron durante un mes en Cuba. Cuando iba a subir a la lancha, Fidel me dice “aquí no cabe más nadie”. Y le digo “Comandante, Franqui me dijo que no me separara de usted”. No sé si vio mi decisión de subir, la cosa es que me dijo “bueno, pero te vas para la proa y de ahí no te muevas”. La cosa buena vino después. Subiendo yo, salto detrás de un policía y Fidel le dijo “¡te bajas ahora mismo!”. El oficial le contestó “si quiere ahógueme, lo prefiero a que Raúl me fusile por dejarlo solo”. Fidel dijo “¡vamos!” y la lancha salió.

Alguien dijo que el Che estaba escondido, cortando caña. Empecé a caminar para encontrarlo y tomarle fotos. Los que estaban conmigo me dijeron “no vayas que te bota, no le gusta que le tomen fotos”. Seguí mi camino, entré en el cañaveral y al momento me lo tropecé. “¿Usted qué quiere?”, me preguntó. Y le digo “que me ayude en un problema que tengo con mi cámara, usted en México trabajaba con una igual”. La abrió y dijo “es que se traba el rollo al ponerlo”. Le di las gracias y “bueno, ahora déjeme hacerle un par de fotos”. “¡Tres!”, me advirtió. Tomé once. Una de ellas es la del billete de tres pesos.

La UNITA era capaz de las cosas más atroces del mundo. Un día arrastró a doscientos civiles, sin darles comida, hasta el borde delantero de nuestra base. Les dijeron “si quieren comida, allí están los cubanos y tienen mucha”. Cuando la turba entró en el campamento se formó un caos terrible y ellos lo aprovecharon para atacar. Llegué finalizando la matanza. Al ver los helicópteros, se retiraron. Encontramos dos cadáveres de raza blanca. Presumiblemente surafricanos.

Fui el primer periodista que llegué a Playa Girón. Cuando entramos al pueblo de Jovellanos, todos dormían. Seguimos a Playa Larga, sin ver a nadie en la carretera. Llegamos a la boca de la Laguna del Tesoro. Nos encontramos con tres milicianos. Cuando preguntamos donde estaba la guerra, contestaron “hasta ahora no hay ninguna, ellos han avanzado hasta Palpite y nosotros estamos esperando aquí para ver qué pasa”. Uno de ellos estaba sin botas y, como las mías le servían, se las di y regresé al pueblo a por otras y para ver cómo empezaba esta guerra. 72 horas después entré con las tropas cubanas en las arenas de Playa Girón. ¡Ganamos la guerra en menos de tres días!
(*) Historiador y periodista cubano