El consejero de Economía de la Generalitat de Cataluña, Jaume Giró, ha declarado recientemente que el déficit fiscal de Cataluña con el Estado español es de 20.196 millones de euros. Esa cifra es la diferencia entre la partida que el Estado dedica a Cataluña y los ingresos que aportan los catalanes a las arcas del Estado. A partir de ese dato comienza su discurso de injusticia, espolio, control político, sometimiento, etc…
Pero en nuestro sistema fiscal no pagan las autonomías, no paga Cataluña, ni Cantabria, ni La Rioja, ninguna hace la declaración de la renta todos los años. Pagan los ciudadanos, cada uno de nosotros (y las empresas). Uno puede luego agruparlos y decir que los catalanes pagan más que los extremeños, o que los de las ciudades pagan más que los de los pueblos pequeños, o que los fontaneros pagan más que los barrenderos, o que los morenos pagan más que los rubios, o que los que usan pantalón corto pagan más que los que usan pantalón largo. Ninguna de esas agrupaciones aporta nada. Lo que define un sistema fiscal es si pagan los ricos más que los pobres, si se paga por los rendimientos del trabajo, por el beneficio empresarial, por el patrimonio o por recibir una herencia. Entonces es cuando podemos apreciar si, según nuestro criterio, la fiscalidad es justa, injusta, equitativa, proporcional, abusiva, etc.
Que uno viva en Vic o en Móstoles es irrelevante. Lo importante para valorar un sistema fiscal es cuáles son los impuestos de los más pobres o de los más ricos, en Vic y en Móstoles y, por supuesto, que no cambien en función de su ciudad (precisamente los que logran las presiones independentistas y nacionalistas, y también algunas derechas que maniobran para que sus autonomías sean paraísos fiscales), sino de su riqueza e ingresos.
Querer meter en la misma cruzada reivindicativa a la cajera del supermercado de Cornellà y al empresario de Sant Cugat para decir que ambos sufren un déficit fiscal y una injusticia a favor del cajero del supermercado de Leganés o de Hellín, es la mejor prueba del uso del nacionalismo para tapar las desigualdades de clase y enfrentar al cajero de Cornellà con el de Hellín. Porque les puedo asegurar que el empresario de Sant Cugat se lleva muy bien con el de Hellín y con el de La Moraleja, todos ellos luchan cuerpo a cuerpo para que no suba el Salario Mínimo Interprofesional, para que les bajen el Impuesto de Sociedades y que les llegue alguna subvención europea, española o autonómica, que todas les valen por igual. Antes de creerte que todos los de tu región son víctimas fiscales, compárate con el empresario de tu autonomía y con el repartidor de comida a domicilio de la otra. Y mira cuál está más cerca de ti.