De altísimo nivel es el debut de Cristina Morano en el mundo de la narrativa, porque sobresaliente me parece que es Las novias, su primera novela, publicada de la mano de la editorial InLimbo. Aparecen tantas cuestiones en ella que no sé bien por dónde empezar: (pre) adolescencia, cuerpo (sangre y pus; sobrepeso y bulimia), retos virales, racismo, precariedad laboral, relaciones de poder, ludopatía… Las novias es un retrato de la España actual a través de los ojos (del mundo) de Trinidad Segura (la Tante, @Tritona), una looser con pocos amigos, gamer y fandom, que cursa la ESO en un instituto cualquiera de una ciudad/pueblo asimismo cualquiera.

La visión que tiene Trini de los adultos es la que es (nos la podemos imaginar); sin embargo, creo que Morano le añade un plus de profundidad sin duda interesante, ya que, en lugar de construir un -podríamos decir- típico texto de formación preadolescente en el que el rechazo categórico a los padres y a lo que estos representan es porque sí (porque toca), aquí ese rechazo tiene un fundamento sólido. ¿Cuál? Pues este: si papá y mamá, así como los profes del insti, son para la protagonista unos pringados, no es por el mero hecho de ser adultos, sino porque trabajan a destajo a cambio de una miseria sin salir a la calle a quemar contenedores. Son conformistas asfixiados que todavía encuentran fuerzas para preocuparse por y sonreírle a la prole; sombras que se arrastran extenuadas por los pasillos de la casa y del instituto mientras los ricos se hacen más ricos (porque encima les dan becas) y no pasa nada.

Pero ¿de qué va la novela? En pocas palabras, de cómo Trini y sus dos amigos se van creciendo poco a poco porque cierto grupito de los mayores les hace caso y terminan tirándose por el tobogán hacia el mismísimo abismo, momento en el cual la narración da un vuelco excepcional y lo que en un principio parecía una cosa se transforma en otra (terrorífica, por cierto). ¿Por qué el relato se titula como se titula? Mejor no lo cuento…

LAS NOVIAS
Cristina Morano
InLimbo, 2022

Lo que sí quisiera es llamar la atención sobre tres aspectos. El primero es el lenguaje, cuidado al detalle, plástico y brutal, capaz de aunar el desdén adolescente con una mirada poética sobre lo interior y lo exterior, y -¡grata sorpresa!- inclusivo. Creo, sin ir más lejos, que es el gran logro de Las novias, el hilo que, línea tras línea, conforma la telaraña sobre la que se sostiene todo: unos personajes excelentemente caracterizados, niños y niñas de verdad (no como los de, en fin, la aclamada Euphoria), con problemas reales y padres reales (vamos, que trabajan); púberes que ven cómo sus cuerpos cambian y, ostras, qué asco la adolescencia -intentad recordarlo-: ese “nudo de dolor en el que cada noche te duermes con el terror de que al día siguiente te haya crecido un bulto nuevo, un pelo extraño, un grano verde”.

El segundo tiene que ver con los espacios: la casa y el instituto, fundamentalmente, y las relaciones de poder que se desarrollan en ellos, trabajadas a la perfección. En la casa, la verticalidad de los padres (no en vano denominados por Trini como “los Jefes”); en el insti, por un lado los profesores y, por el otro (siempre mucho más interesante), el grupo y su falsa horizontalidad. (Sobre)vivir, en cualquier caso, pasa por entender -para controlar- los intercambios simbólicos…

El tercero, y con este termino, es la crítica social que rezuma conforme avanza la lectura. En Las novias hay espacio para meter sin calzador varios apuntes sobre la gestión de la crisis, la eclosión de las casas de apuestas, la concepción dominante del cuerpo de mujer, el racismo velado (o no tanto) de las autoridades, las insuficiencias de la ley de dependencia, la explotación que nos atraviesa y nos doblega o el giro tecnológico, cuya digitalización de la vida explica el auge en la población (cada vez más) joven de los retos virales, entendidos de la única manera en que pueden entenderse: como anhelo de fisicidad, como búsqueda de la experiencia tangible. Dejo en el tintero bastantes cuestiones, pero no importa, lo esencial está dicho. Leed a Morano, porque vale la pena refrescarse y atender a propuestas otras, atrevidas, mutantes. Las novias es a todas luces una novela generacional, y si da miedo -porque lo da (¿no habéis visto la portada?)- es quizá porque, a fin de cuentas, todos hemos tenido 14 años; ahora bien, los tuvimos en un tiempo que no era este: no es ahora, no es hoy.