En 1959, bajo la administración del presidente Eisenhower, los Estados Unidos desplegaron misiles nucleares SM-78 Júpiter (100 veces más potentes que las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki) en Italia y Turquía, miembros de la OTAN, con un alcance de 2.400 km pudiendo alcanzar las ciudades de Leningrado y Moscú. Se trataba de desarrollar una política de contención respecto a la Unión Soviética.

Desde ese punto de vista, tanto la administración republicana de Eisenhower como la de su sustituto, el demócrata J.F.Kennedy, consideraron la consolidación de la Revolución Cubana un objetivo militar a destruir al considerarla bajo influencia soviética. La fallida invasión en la bahía de Cochinos en 1961 y el plan posterior descubierto por los servicios secretos soviéticos, conocido como Plan Mangosta, que pretendía una invasión a la isla, esta vez de forma directa por el ejército estadounidense, indujo al presidente ruso Nikita Jrushchov a proponer al comandante Fidel el despliegue de  Misiles nucleares balísticos de alcance medio R-12 . Tras la aceptación de la dirección política cubana, entre junio y octubre de 1962, comenzaron a desplegarse en Cuba plataformas de lanzamiento para los misiles de corto y mediano alcance. Se trasportaron a la isla las correspondientes ojivas nucleares, bombarderos estratégicos y diverso material bélico soviético.

El desarrollo de los acontecimientos es conocido. Los aviones espías norteamericanos U-2 detectaron los emplazamientos, el presidente Kennedy se dirigió a su nación el 22 de octubre informando de la puesta en marcha de un bloqueo aéreo-naval sobre Cuba a lo que el presidente Jrushchov respondió considerando ese bloqueo como una agresión. Comenzaba así lo que se conocería como la crisis de los misiles: dos potencias nucleares en la antesala de un posible conflicto con armamento nuclear. Las dos administraciones, soviética y norteamericana evaluaron la posibilidad de un conflicto nuclear y, en jornadas frenéticas del sábado 27 de octubre, la negociación se fue imponiendo para alejar el horror de una guerra nuclear limitada. Fue Jrushchov quien propuso como salida negociada la retirada del armamento nuclear de Cuba a cambio de la promesa estadounidense de no realizar acciones militares contra Cuba y la retirada de los misiles desplegados por EEUU en Turquía, país fronterizo con la URSS.

Sesenta años después de aquel episodio, que pudo derivar en un holocausto nuclear, la guerra de Ucrania certifica que poco o nada se aprendió en orden a evitar conflictos o guerras que pudieran derivar en la utilización del armamento nuclear.

Si los Estados Unidos consideraron una amenaza para su seguridad el despliegue de misiles en Cuba, a 200 km de Florida, que estuvo a punto de desencadenar una guerra nuclear, se debería haber aprendido que, desde el punto de vista de la seguridad colectiva, es  contraproducente y temerario desplegar fuerza militar de una alianza militar como la OTAN que no descarta el uso del arma nuclear, rodeando todas las fronteras occidentales de la Federación Rusa que también mantiene un arsenal nuclear dispuesto a ser utilizado.

Según el Anuario del SIPRI 2021[1], las fuerzas OTAN (EEUU, Reino Unido y Francia) acumulan 6.685 ojivas nucleares y la Federación Rusa 6.500, cifras escalofriantes que suponen un peligro al conjunto de la humanidad.

Teóricos de la Alianza Atlántica como George Kennan, diplomático del Departamento de Estado norteamericano y actor en primera línea del periodo de la Guerra Fría, concluía en declaraciones a The New York Times en 1997[2] y 1998[3] con relación a la expansión de la OTAN en los antiguos países del este de Europa que «expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión inflame las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa. […] Creo que es el comienzo de una nueva Guerra Fría. Creo que es un error trágico. No había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie más. Esta expansión haría que los padres fundadores de este país se revolvieran de sus tumbas».

Para Lanxing Xiang, director del Instituto de Política y Seguridad de Shanghái, la guerra de Ucrania no tiene justificación «porque es la invasión de un país soberano, con toda su tragedia, pero si causas».[4]  

Las causas tienen que ver con el incumplimiento reiterado de los acuerdos alcanzados en el Acta Final de Helsinki de 1975 y la Carta de París de 1990 donde los Estados signatarios se comprometieron de forma reiterada a desarrollar y defender un modelo de seguridad basado en que la seguridad de cada estado firmante está inseparablemente ligada a la seguridad de los demás.

El Acta Final de Helsinki, rubricada en plena Guerra Fría por los bloques antagónicos del Este y Oeste, sancionaba, entre otros puntos, la abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, el arreglo de las controversias por medios pacíficos, el respeto de los derechos inherentes a la soberanía o la inviolabilidad de las fronteras.

En la Carta de París de 1990 de la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) y en las siguientes declaraciones de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), se reiteraron las siguientes ideas centrales:

  • Reafirmar el cumplimiento del Acta Final de Helsinki y de la Carta de las Naciones Unidas.
  • Una seguridad integral europea, cooperativa, igual e indivisible, que relaciona el mantenimiento de la paz con el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, y vincula la cooperación económica y medioambiental con las relaciones pacíficas entre los Estados.
  • La seguridad de cada Estado participante está inseparablemente ligada a la de todos los demás.
  • Ningún Estado participante reforzará su seguridad a expensas de otros Estados.
  • Reafirmar el compromiso de arreglar las controversias por medios pacíficos, con mecanismos para la prevención y la solución de conflictos entre los Estados participantes.
  • Comprometerse a cooperar en el fortalecimiento de la confianza y la seguridad entre los Estados y a fomentar el control de las armas y el desarme.

Desgraciadamente, tras la crisis de los misiles de 1962, los EEUU siguen manteniendo un bloqueo criminal a la República de Cuba en contra de la inmensa mayoría de la Asamblea General de las NNUU[5] (184 votos a favor del levantamiento del bloqueo, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Colombia, Brasil y Ucrania) y, con sus aliados de la OTAN, han precipitado, por incumplimiento de sus compromisos de Helsinki y Carta de Paris, una invasión contraria al derecho internacional de la Federación Rusa a Ucrania.

Es tiempo de parar la guerra de Ucrania.

Todos los esfuerzos deberían ir encaminados a conseguir un alto el fuego, en la organización de una Conferencia de Paz que, sobre la base de las Cartas de Naciones Unidas y de París, resuelva una seguridad compartida entre Ucrania y la Federación Rusa y los estados europeos.


Notas:

[1] https://www.sipri.org/sites/default/files/2019-08/yb19_summary_es_0.pdf

[2] «A Fateful Error», 5 de febrero de 1997.

[3] Entrevista a George Kennan sobre la expansión de la OTAN, 2 de mayo de 1998

[4] https://www.diarionorte.com/215654-la-invasion-de-ucrania-no-tiene-justificacion-pero-si-causas

[5] https://news.un.org/es/story/2021/06/1493662

Etiquetas: