La “batalla cultural” de la derecha es la estrategia política que acompaña al desarrollo del neoliberalismo y que busca una masa social ideológicamente identificada con la barbarie. El neoliberalismo descoyunta la sociedad. Como ocurre en algún gran país, la persona, la familia que cae al fondo de la sociedad, es responsable de ello y cae sin red ninguna. La ley de la selva que destroza cualquier avance social allá donde se impone.
El desarrollo del neoliberalismo necesita de formas autoritarias para reprimir el profundo malestar social que crea. Y en cada país se apoya y redefine el autoritarismo propio, y se llama en primer lugar al orgullo escondido de aquellos que han crecido y aceptado el fascismo, el franquismo, los “pies-noirs”, o los esclavistas sudistas que siguen luchando contra el Estado Federal de EE.UU.
Lo que llamamos “resurgir de la extrema derecha” en el mundo, es un movimiento diverso, que revaloriza los impulsos autoritarios de las dictaduras que han sido en algún momento y que han creado un fondo compartido en cada sociedad. En España, el franquismo sociológico.
Por ello, no siempre puede entenderse algunos de los movimientos que venimos observando. Alejados del puritanismo yanki, de las heridas aún vivas de su Guerra Civil, de la desconfianza popular contra el Estado, de su individualismo radical, no podemos traducir fácilmente el asalto al Capitolio de enero de 2.021. Si en España viéramos a un tío con cuernos y gritando barbaridades, nos haría gracia y nos preguntaríamos de dónde han sacado ese “venao”. Las mismas teorías conspiratorias, desde Qanon a las mil que rodean a Trump, aún nos parecen extrañas. Quizá por un rasgo cultural que dicen que es típico del español: la vergüenza ajena.
Queipo y su familia
La madrugada del 3 de noviembre, fue una noche muy especial en nuestro barrio. Sin aviso previo, con la mayor discreción se sacaba de la Basílica de la Macarena los restos de Queipo, su mujer y el asesino Bohórquez.
A pesar de la discreción, nuestra amiga Paqui Maqueda se plantó allí y les gritó “Honor y Gloria a las víctimas del franquismo”, y recitó la larga lista de familiares fusilados por Queipo en Carmona. La respuesta de un familiar del general fue: “cállate, pedazo de puta”. Que ser puta debe ser peor que ser un genocida.
A nadie que recuerde el franquismo puede extrañarle esto. El profundo desprecio de clase. El odio franquista concentrado sobre todo en la mujer libre, luchadora y reivindicativa protagonista de la II República.
En Andalucía hemos sufrido y sufrimos el odio de clase de estos señoritos a cada paso, en cada fiesta popular (ya sea la Semana Santa o la Feria), en cada calle en la que caminamos libremente o en cada bar de la Sevilla eterna. Miramos con reparos a los caballistas porque a caballo y con garrocha nos perseguían por los campos cuando el golpe de estado franquista.
Que nos llamen “puta” conecta con ese salvajismo de la élite andaluza.
Paqui frente a la familia de Queipo es la imagen de la dignidad de las víctimas frente al odio de la oligarquía sevillana. Y también la imagen del límite de la “batalla cultural” de la derecha.
Unos días más tarde, otro familiar del genocida escribía una carta al ABC (1). Lo del bisnieto no tiene desperdicio. En la reivindicación de Queipo, nos inunda con todos los clásicos de la batalla cultural en cualquier lugar del mundo:
- Negacionista de la barbarie franquista, llega a decir de las terroríficas charlas radiofónicas, que son “charlas absolutamente apócrifas y sin ninguna base histórica, recreadas incluso por actores y emitidas en medios, y la aceptación acrítica de las mismas como supuesto documento histórico en el que todo un ministro se ‘basa’ para decir barbaridades desde un estrado público”.
- El Estado Social y de Derecho no puede imponerle a una Hermandad qué debe hacer. “Se imponen normas dictadas por el poder político que afectan aspectos sobre los que no tienen jurisdicción”.
- “Y los cobardes tendrán que decir, como han dicho hoy que ‘como no puede ser de otra manera, siempre vamos a cumplir la ley’, añadiendo raudos, para evitar dudas: ‘y lo estamos deseando’”…Y ahora tomo un poco de aire.
El día 6, el Hermano Mayor de la Macarena (que no es miembro del Politburó del PCUS), denuncia públicamente el acoso que está recibiendo en las redes sociales por la exhumación de Queipo (2). ¡Incluso lo acusan de ser del PSOE!
La derecha, en su soberbia, se enfrenta con la Hermandad de la Macarena…
A las sevillanas y sevillanos se nos contaba que en el entierro de Queipo hubo un terremoto. Y se decía que había venido con el Movimiento y se había ido con el movimiento. Sin embargo, el 3 de noviembre no tembló la tierra. Ese domingo, celebramos una magnífica concentración y celebramos con cerveza la memoria de tantísimos asesinados. Sevilla está más limpia y más relajada. Como lo está España el día que vimos a Franco coger su último helicóptero.
Sus propios límites
Batalla cultural no es más que otra forma de denominar a la manipulación de masas. Un sistema neoliberal y autoritario necesita la aceptación de la mayoría social. Este sistema choca y rompe la realidad humana, la individual y la colectiva. Y una operación de este tipo requiere de mucho apoyo o aquiescencia.
No hace tanto tiempo, sacar a Queipo de la Macarena parecía que iba a ser la madre de todas las batallas. Y sólo ha quedado en un serio rifirrafe entre la oligarquía y uno de sus sitios naturales, las cúpulas de las Hermandades (reconozco la base popular de al menos esta Cofradía).
El franquismo es un lastre para esta estrategia. Porque Olona no es andaluza, aunque la vistan como a las flamencas de Bienvenido Mister Marshall. Porque esos círculos de poder se pavonean ante nosotras y parecen La escopeta nacional. Porque tenemos memoria y es imposible borrarla.
Esta batalla, la de Queipo, se ha ganado gracias a la constante lucha del movimiento por la memoria democrática y por la ley, que esta vez le ha acompañado.
Y este es el campo de juego más adecuado: movilizar y legislar. Contra la batalla cultural de la derecha no podemos conformarnos con un postcard (siendo necesario). Siempre se corre el peligro de que sea un impacto más en medio de un ruido ensordecedor.
Se trata del desarrollo del capitalismo. Esta estrategia política puede evolucionar hasta formas más sofisticadas y adecuadas para la implantación de un sistema neoliberal. Y ante eso, fundamentalmente debemos luchar por la sanidad pública, por la educación pública, por la integración de toda la sociedad, por la libertad y la democracia.
Postdata: en estos días se oye ruido de ruptura de la izquierda. No podemos y no debemos. ¿Tan fácil se lo vamos a dejar?.
Notas:
(1)- Un bisnieto de Queipo reprocha a la hermandad su colaboración en la exhumación del general (abc.es).
(*) Secretario Político del Núcleo Centro del PCA-Sevilla