La mejor forma de adentrarse en la obra de un escritor (hablamos de José Saramago) es leer directamente su obra. Pero en el caso de que ya la conozcamos o prefiramos una guía para navegantes antes de iniciarnos en el viaje, hay varios libros recientes que sirven para este y otros propósitos. En abril de este mismo año, centenario del nacimiento del camarada Saramago, se publicó uno de los esenciales: La intuición de la isla. Los día de José Saramago en Lanzarote, de Pilar del Río, en Itineraria Editorial. Con prólogo de Fernando Gómez Aguilera, autor a su vez de la exposición La consistencia de los sueños y del catálogo del mismo nombre, obra clave para entender la vida y la obra de José Saramago.
La obra de Pilar del Río, hoy presidenta de la Fundación José Saramago, es un recorrido por los días y los libros de Lanzarote, sin duda los que llevaron al escritor a Estocolmo a recoger el primer premio Nobel para las letras portuguesas. Porque si bien es cierto que los libros los escribió Saramago, Pilar, su esposa, compañera y confidente creó las condiciones de posibilidad de que tal hecho pudiera darse en el tiempo. Lanzarote aportó la distancia y el retiro para poder escribir, pero a la vez, la posibilidad de viajar a cualquier lugar del mundo, en pocas horas. Ese equilibrio solo fue posible en el milagro de “A Casa”, hoy una de las sedes de la Fundación.
En el libro asistimos a la vida cotidiana, el contacto con los vecinos, vecinas y cuantos se acercaban a la casa, sus perros Greta, Pepe y Camoens, pero también las visitas de los últimos años: Sebastiâo Salgado, Susan Sontag, Carlos Fuentes, Silvia Lemus, Torrente Ballester, José Luis Sampedro, Ernesto Sábato, Santiago Carrillo, Bernardo Bertolucci, Pedro Almodóvar o María Kodama. La obra de Pilar del Río nos adentra en los entresijos de la creación de obras fundamentales escritas en A Casa, como Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, Las intermitencias de la muerte, El viaje del elefante y Las pequeñas memorias, por citar solo algunas. Y nos acerca al compromiso político de José Saramago, a su apoyo de múltiples causas, siempre a favor de la justicia, la dignidad, la igualdad, los derechos y deberes humanos, la solidaridad entre los pueblos… Unas veces de modo anónimo otras prestando su nombre y su figura para dar testimonio de humanidad y empatía, siempre desde una independencia y libertad irrenunciables.

Los días de José Saramago en Lanzarote
Pilar del Río
Itineraria editorial, 2022
EXTRACTOS DEL LIBRO “LA INTUICIÓN DE LA ISLA”
Todos los nombres
El escritor español Francisco Umbral dijo en agosto de 1998 que José Saramago había escrito una “no historia, con unos no personajes, sobre un no encuentro y un no amor” y que el resultado era magnífico, “A partir de este libro”, remató su declaración, “José Saramago solo tiene que sentarse a la puerta de su casa a esperar que le den el Premio Nobel”. Mes y medio después, la academia Sueca anunció que el Nobel de ese año era para José Saramago y Francisco Umbral aclaró que no se podía esperar otra cosa, que era obvio. El libro de la “no historia y los no personajes” lleva por título Todos los nombres y es verdad que causó cierto sobresalto en Estocolmo, según le contó a José Saramago uno de los académicos, ya que no esperaban que tras Ensayo sobre la ceguera apareciera tan pronto otro título, de modo que tuvieron que buscar, en los dos idiomas en que estaba publicado, confirmación de que el libro alcanzaba la línea de calidad de los anteriores y que no se equivocarían otorgando el premio.
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El cuento de la isla desconocida
“Hay libros que nacen con suerte”, decía José Saramago cada vez que llegaba una nueva traducción de este cuento, que escribió para responder a una invitación de Simonetta Luz Afonso, que le había pedido que escribiera un ensayo sobre la utopía para el pabellón de Portugal de la Expo de 1998. “Pero si yo no sé hacer ensayos”, le contestó el autor de Ensayo sobre la ceguera, “así que escribiré un cuento”, y se puso a escribir una historia con la búsqueda de una isla desconocida como trasfondo y también como proyecto.
Cuando terminó el cuento era festivo, Jueves Santo de 1997, y varios amigos almorzaban en casa de José Saramago, los vecinos, alguien más, y entre todos se decidió que tras el café habría una lectura, se haría una traducción improvisada del portugués -en que estaba escrito- al español, en que sería leído por primera vez. “Dame un barco”, le decía el hombre al rey, sin más tratamiento ni explicaciones. “Dame un barco” insistía el hombre que quería descubrir la isla desconocida, dejando embelesados a los comensales con la fuerza de la historia, la audacia de sus protagonistas, el hallazgo de las puertas de las peticiones y de los agradecimientos, la obstinación de uno, la seguridad de otra, la conclusión del cuento, la isla por veces habitada que somos, la isla que se encuentra a sí misma en la búsqueda. Hubo palmas en la mesa, felicitaciones. “Es estupendo este cuento, José”, decían los amigos presentes. “Es muy bueno”, insistían, ante la desconfianza del autor. “No exageréis, por favor, no perdáis criterio”, respondía José Saramago sin querer darle más importancia. Se equivocó: El cuento de la isla desconocida se encuentra entre las obras más traducidas y representadas de José Saramago. Hay ediciones ilustradas en diversos países y se puede leer en formatos distintos: de tapa dura, lujosa, o en ediciones de bolsillo al alcance de la mayoría.
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Una edición de El cuento de la isla desconocida editado por Alfaguara sirvió para recaudar fondos para ayudar a las víctimas del huracán Mitch, que asoló América Central en 1998. Cuando la presidenta de la editorial, Isabel Polanco, hizo entrega a las instituciones humanitarias de la aportación conseguida con la venta del libro y la total colaboración de los distintos sectores relacionados, es decir, autor, editorial, distribución y librerías, leyó unas líneas de José Saramago: “Colaborando con los afectados del huracán Mitch no hemos crecido ni hemos tranquilizado nuestras conciencias, simplemente no hemos disminuido la estatura que antes teníamos”.
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Desde aquella Semana Santa en Lanzarote, cuando José Saramago bajó de su estudio con unos folios en la mano, El cuento de la isla desconocida no ha dejado de viajar, poniendo de manifiesto que navegar hacia los otros es un buen destino personal.