Luego de 12 horas de viaje en camioneta desde Arequipa (uno de los pocos destinos con vuelos y aeropuerto abierto en la región del sur del Perú), y surcando ríos, lagos y montañas, además de los diversos bloqueos de carretera, llegamos a Juliaca, ciudad en la que el lunes 9 se desató una de las represiones más violentas de parte de efectivos de la Policía Nacional en contra de manifestantes que acabó con la trágica muerte de 20 compatriotas, la mayoría de ellos campesinos y pobladores de las zonas rurales de Puno.

La ciudad se encuentra en una situación de congoja, de pesar y de rabia por la irracionalidad y muerte a la que ha sido sometida, y esa sensación se siente y se percibe al conversar con los pobladores o dirigentes de los diversos gremios o asociaciones barriales, así como al recorrer sus calles y plazas, o en los centros comerciales o negocios de la ciudad que se encuentran cerrados.

Por la mañana, la Catedral estaba llena de feligreses y en la puerta de ingreso, una bandera nacional con los colores blanco y negro, en señal de duelo regional. También estuvieron colocados todos los nombres de los puneños asesinados por impactos de bala y perdigones en ese trágico lunes 9.

La demencial actitud de la Policía y del gobierno, no ha hecho mayor distingo a hora de cobrarse una vida, ya que incluso entre los fallecidos hubo un interno de medicina humana, Marco Samillán, cuya única motivación fue la de auxiliar a los heridos de las protestas.

Para esta nota y cobertura periodística, conversamos con diversos dirigentes, todos, sin excepción, pidieron que no se les consigne sus nombres. “Nos están persiguiendo, tratan de involucrarnos con el terrorismo”, nos dijeron.

Se percibe temor y hay cierta cautela. No hay dirigente que quiera abrirse y contar su historia de los hechos, y menos si les dices que eres periodista y que vienes de Lima. Rápidamente te rechazan o simplemente te cortan el móvil.

La prensa de Lima, de la ciudad capital, está muy desprestigiada, la consideran uno de los poderes detrás de la destitución del ex Presidente Pedro Castillo, ya que desde el primer día de su gestión, fueron un férreo opositor a su gobierno.

La cosa cambia sin embargo, cuando le dices que trabajas o escribes para un medio internacional, con un poco de recelo, empiezan una larga charla para tratar de explicar y entender la situación a la que han llegado.

Por otro lado, y para no salir de ese círculo vicioso de errores y mala lectura política, el gobierno decide establecer el Estado de Emergencia y la orden de inamovilidad social por 10 días en Puno y en algunas regiones de Perú desde las 20 horas hasta las 4:00 am. del día siguiente.

Esta disposición es un claro intento por controlar la situación de crisis y movilización social de rechazo creciente que afronta el gobierno de la señora Dina Boluarte.

Para el jueves 19, los principales gremios laborales y organizaciones de la sociedad civil han convocado a un Paro Nacional. Los días de la señora Boluarte como presidente podrían estar contados, salvo que pueda mantener un gobierno manchado por la sangre de más compatriotas muertos.

(*) Desde Puno, Perú

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