Hoy apenas queda nada y las personas que lo visitan se encuentran un lugar vacío, en silencio y rodeado de placas solares. Pese a eso, no es difícil imaginarse el horror que se vivió en aquel paraje. Es el campo de concentración de Castuera, un tétrico lugar de 72.000 metros cuadrados en donde el criminal régimen franquista hacinó durante algo más de un año miles y miles de prisioneros políticos.

Pese a los esfuerzos por ocultar y tapar todo lo que allí sucedió la historia sigue presente, muy presente, como demuestra la noticia de que el Gobierno vasco está buscando en Extremadura a familiares de presos muertos en la prisión de Orduña. Por la documentación se sabe que un amplio contingente de extremeños procedentes del Campo de concentración de Castuera fueron a parar al Campo de concentración (después prisión) de la localidad vizcaína, donde hay constancia que fallecieron 225 personas, 127 de las cuales eran extremeñas.

«Orduña y Castuera fueron dos lugares donde se decidió la ubicación de campos de concentración y desde donde se irradió terror en diferentes grados y escalas. También formaron parte del trasiego de presos que promovió la dictadura dentro de ese infinito mapa penitenciario que funcionó en aquella época«, recuerdan desde la Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera.

El amplio sistema concentracionario durante la guerra y posguerra con el objeto de confinar y castigar a todas las personas consideradas «enemigas» o «desafectas» al ejército golpista durante la guerra y a la dictadura tuvo en el colegio de los Padres Jesuitas de Orduña uno de sus sitios más aterradores del franquismo durante los años 1937 y 1941. Allí se estableció un campo de concentración de prisioneros de guerra y posteriormente, en octubre de 1939, una prisión central donde fallecieron, al menos, 255 personas, 24 de ellas en el campo de concentración.

El campo de concentración de Orduña comenzó a funcionar en julio de 1937 cuando el bando sublevado pone en marcha una red de campos para concentrar de forma masiva a los combatientes republicanos apresados y los utiliza para clasificarlos dependiendo de su grado de responsabilidad en favor de la República. En todos ellos la arbitrariedad y las condiciones de vida infra-humanas eran el denominador común: hacinamiento, humillaciones, hambre, frío, enfermedades y muertes.

Intento de identificación

El próximo sábado podría ser el día en el que algunas de las familias comiencen a descansar en paz. Una delegación del Instituto ‘Gogora’ y el Ejecutivo vasco viajará hasta Castuera para intentar encontrar a las familias y poder, en su caso, hacerles entrega de los restos exhumados.

Con 41 familias de los presos fallecidos en la cárcel de Orduña ya ha comenzado a trabajar, recabando información genética. Ahora, en aras a ampliar el radio de acción, el llamamiento se extiende a las familias de la zona para que acudan a la jornada a informarse y quien lo desee dejar muestras genéticas para cotejar identidades. Para ello en la expedición vasca se han incluido dos forenses que tomarán muestras de saliva a los familiares. Por ahora, no se ha podido identificar ninguno de los restos exhumados con muestras recabadas.

La jornada tendrá lugar el sábado 28 de enero, en el Museo del Turrón de Castuera, a las 11.00 horas, donde además de explicar las circunstancias en las que se cree que se pudieron producir los traslados de presos al campo de concentración de Orduña y el hallazgo en la prisión vizcaína, también se llamará a correr la voz en todo el entorno para movilizar a los más mayores de las familias que pudieron haber perdido a un familiar en aquel campo de concentración de Castuera.

Desde el Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos-Gogora, encargado de coordinar los trabajos de identificación de las víctimas, han hecho un llamamiento a familiares posibles a acudir a la presentación y ponerse en contacto con la entidad (llamando o escribiendo al número 944 032 845 y a la dirección gogora.idazkaritza2@euskadi.eus).