El pasado 24 de enero se celebró en Argentina la VII Cumbre de la CELAC en la que Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños se dieron cita para continuar defendiendo la cooperación regional, la paz, el entendimiento y los valores que desde su propia fundación representa este encuentro.

La reunión tuvo lugar en un contexto de post pandemia, con la participación de nuevo de Brasil que retornaba a la Cumbre de la mano de Lula, bajo la brutal represión que vive Perú tras el golpe contra el presidente Pedro Castillo y los intentos de lawfare contra líderes y lideresas de la región, como ocurre con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, por parte de una derecha y extrema derecha que intentan ganar de forma ilegítima lo perdido en las urnas.

La Cumbre, pieza clave del trabajo articulado para enfrentar los desafíos locales y garantizar que se escuche la voz de todas las naciones miembros de la CELAC en el escenario global, resaltó en su declaración final la necesaria cooperación en materia sanitaria, en la lucha contra el cambio climático, o en el mantenimiento de la paz en la región, denunciando y pidiendo el levantamiento del criminal bloqueo contra Cuba o los intentos de desestabilización, por parte del imperialismo, que a día de hoy sufren países como Bolivia, en la zona de Santa Cruz.

La CELAC ha demostrado que ningún país tiene viabilidad política por sí solo, en el mundo del mañana, ni siquiera los más poderosos, ya que habrá que enfrentar retos propios de naciones gobernadas por líderes diferentes al espectro político, y sólo así, los ciudadanos y ciudadanas de Latinoamérica y del Caribe tendrán un mejor futuro y podrán superar la profunda crisis civilizatoria que suponen el capitalismo y el imperialismo.

Es destacable la importancia de esta VII Cumbre puesto que se ha celebrado en un marco de cambio de paradigma de un mundo unipolar a otro multipolar en donde la región tiene mucho que decir ya que América Latina y el Caribe representan el 7,1% de la población mundial y generan el 8,6% del PIB del planeta. En su inmenso territorio se encuentra el 25% de los bosques, el 40% de la biodiversidad, el 35% del agua dulce, el 25% del petróleo, el 10% del gas, el 5% del uranio y porciones importantes de las reservas mundiales de los 28 minerales estratégicos para la economía del siglo XXI.

De la importancia de tejer alianzas, de fortalecer la región, de unirse dentro de la diversidad para fortalecer a los pueblos del Continente, de la Patria Grande, debería aprender una vieja Europa sumida al seguidismo de Washington, sin miramiento hacia las necesidades de su ciudadanía, en la que prevalecen los intereses espurios en lugar del bienestar de las personas. Una Europa totalmente alejada de sus pueblos, una Europa que sin lugar a dudas se perderá en el camino.

Mientras eso ocurre, nosotras y nosotros debemos tener en el horizonte experiencias como las de esta Cumbre, sin miedo a perder la esperanza y como decía Fidel:  “Compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis… Unidad en torno a la idea de la independencia y contra el imperio que avanza sobre los pueblos de América”.

Siempre, unidad en la diversidad.