En la lucha moral e ideológica contra el franquismo los jóvenes de entonces  tratábamos de ridiculizar las pompas y boatos y los discursos ampulosos del Régimen que persistía en hablar de las rutas imperiales, perdidas ya a manos de filibusteros europeos y nuevos colonizadores norteamericanos. Incluso sin el espíritu imperante de Isabel y Fernando, el tinglado de una España grande y libre seguía ocasionando sufrimientos pero también daba ocasión para no pocos sarcasmos e ironías que desmitificaban la esencia de una dictadura que se había implantado a tiro limpio.

Cuando los norteamericanos decidieron intervenir en los asuntos políticos españoles para que “transicionasen” desde la dictadura caciquil y orgánica a una democracia formal que parecía mucho y quedó en sirvienta de bases militares, geoestrategia de la OTAN y economía de la UE, nos lo tomamos en serio, como si estuviéramos ascendiendo en la escala social.

Y ahora uno tiene la impresión de que, en este papel de subordinados al orden imperial que, por cierto, se le va escapando de las manos al Tío Sam, nuevamente llega la ocasión de enfocar la tragedia (en la que actuamos como lloronas de velatorio) añadiéndole un sentido del humor que nos salve de la incomprensión de lo que sucede. Porque la risa quizás ayude a comprender mejor lo que estamos haciendo si la carcajada arranca la falsa solemnidad de lo que nos dicen en los medios de comunicación.

Por ejemplo, a propósito de lo de los tanques esos que ahora queremos mandar a los ucranianos (si no se les caen las piezas por el camino). Hemos leído en los periódicos la toma de decisión del Gobierno interpretada como parte de una política de defensa y búsqueda de la paz. También nos dicen que cumplimos con un compromiso acordado a nivel europeo, que es el mundo al que pertenecemos. Pero ¿por qué volvemos a las andadas del “si vis pacen para bellum” y por qué los tanques se transforman en montones de chatarra?

Y luego están lxs mensajerxs. Vemos y oímos a una ministra, especialista en el mohín bilabial, que te habla de la necesidad de una “puesta a punto”, o sea, que hay que mandar a los dichosos tanques al taller pero nadie te dice en cuánto se pone la factura. En cambio te describen un lacrimógeno encuentro entre la ministra y un grupo de militares ucranianxs, “agradecidos a España, al Ejército y a todos los ciudadanos españoles” que participan en cursos  organizados por un organismo que responde al nombrecito de Toledo Training Coordination Center.

Recoge la prensa que la ministra Robles, a través de una soldado que había vivido aquí y que habla español, les ha encargado que transmitan a sus familiares el aprecio, el cariño y el apoyo de todos los españoles, señalando que su lucha no es sólo la de su país sino la de todos los países libres.

No les ha hecho un comentario sobre la roña de los tanques pero tampoco los ucranianos le han cantado “Margarita se llama mi amor”.