En el mundo del mercado, cuando quieren reconocer el trabajo y la trayectoria de alguien, le pagan mucho dinero. Como sueldo, como jubilación, con stock options… La izquierda no lo hace así, ni debería hacerlo, por eso es necesario que se reconozca el trabajo y la trayectoria de las personas a lo largo de su vida, porque nosotros no pagamos con dinero.

Por otra parte, la izquierda necesita memoria para identificar sus errores, sus víctimas, sus luchas y, por supuesto, sus logros y victorias. Y, sobre todo, los principios y valores que le han movido a través de los tiempos.

Todo esto lo cuento porque la Delegación de Memoria Democrática de la Diputación de Córdoba y la editorial Utopía han publicado las Obras Completas de Carlos Jiménez Villarejo.

Como los periodistas debemos escribir para todo el público, el previamente conocedor y el que no lo es, yo tengo que decir que Carlos Jiménez Villarejo es conocido, fundamentalmente, por haber sido el Fiscal Anticorrupción entre 1995 y 2003.

En Jiménez Villarejo se confirma la mejor virtud de un miembro del sistema judicial: su capacidad de ir de por libre. Y así descubres que era antifranquista durante el franquismo, fiscal querellante contra Pujol en los años en que todo el espectro político y mediático estaba hablando catalán en la intimidad y reverenciando al ahora exhonorable; fiscal anticorrupción durante ocho años de gobierno de Aznar (un presidente que acumula una docena de ministros procesados por la Justicia), apoyando la candidatura de Ezker Batua en Euskadi en 2012, año en el que la memoria de ETA seguía fresca; eurodiputado de Podemos cuando nadie sabía hasta donde llegaría Podemos y desconectado de ese partido al percibirlo simpatizante de la autodeterminación catalana en tiempos en que toda la izquierda parecía fascinada con el procés catalán.

Es evidente que todas esas vivencias, con sus sensaciones, dudas, contradicciones, amistades, enemistades, alegrías y tristezas, debían de ser compartidas para que un pueblo pueda tener memoria. Como diría Anguita, para que deje de ser masa y sea pueblo.

Las Obras completas de Carlos Jiménez Villarejo abarcan una amplia crónica profesional entre 1962 y 2003, hasta el momento de su cese como Fiscal-Jefe Anticorrupción del Estado. Constan de tres volúmenes, la mayoría con textos suyos, pero también hay algún artículo de prensa o reflexión de otras personas sobre el protagonista. Se agrupan no por un criterio cronológico, sino temático.

En Justicia-Democracia, se abordan análisis críticos acerca de realidades como la pena de prisión, la tortura, la función policial y la ética, la inmigración y los refugiados ante las debilidades de la Unión Europea y los gobiernos democráticos, o la crisis de la respuesta judicial ante la Justicia Universal, además de los últimos escritos publicados sobre el proceso independentista en Catalunya, el llamado procés.

El segundo volumen, dedicado a la Memoria Democrática, realiza un profundo análisis de las hondas cicatrices dejadas por la represión franquista y valora el alcance real de la llamada Ley de Memoria Histórica. En el tercer tomo, Corrupción y fraudes, desarrolla estos conceptos asociados al abuso de poder público y su estrecha vinculación con un beneficio económico, que por lo general, se distribuye entre los titulares del poder y los particulares que lo comparten.

No me quedaré sin mencionar que la editorial Utopía tiene un antecedente de edición similar que vale la pena recordar, “Los Combates de Julio Anguita”, también tres volúmenes con los textos y discursos de Julio Anguita a lo largo de toda su trayectoria política.

En tiempos en los que la actualidad y los medios informativos están ocupados por las tropelías de un Villarejo, comisario, corrupto y delincuente, que nada tiene que ver con el que aquí nos ocupa; la mejor forma de ir contra la agenda-setting de los medios es hablar de otro Villarejo, el fiscal y el hombre que luchó contra la dictadura de Franco, la corrupción de Aznar y el latrocinio de Pujol. Y que sigue luchando, puedo dar fe, porque lo compruebo cuando charlo con él y compartimos mesa y mantel.