El 10 de diciembre de 1947 Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Irónicamente las mismas potencias orgullosas de su declaración unos días antes, el 29 de noviembre, decidieron la partición de la Palestina histórica, sin consultar ni tener en cuenta los derechos de su población.
Aquellas que entonces eran potencias coloniales, son las mismas que hoy en día siguen rigiendo el destino de millones de personas en el mundo, en la práctica no han modificado su mentalidad colonial (a pesar de tantos tratados internacionales y declaraciones), una mentalidad que les llevó en 1947 a decidir la partición de la Palestina histórica otorgando más de la mitad de la tierra, el 56%, a un tercio de la población aquella que era judía.
Las potencias coloniales conocían las intenciones sionistas de apropiación de toda la tierra palestina ya que eran la base de su ideología proyecto bíblico-visionario, una tierra sólo para el pueblo elegido, el Gran Israel. Sólo un par de ejemplos: Theodor Herzl, fundador e ideólogo del movimiento sionista, expresaba la idea de “transferir a la población árabe” en sus diarios en 1895.[1]
Nahman Syrkin, fundador ideólogo del sionismo socialista escribió en 1889 en el panfleto The Jewish Question and the Socialist Jewish State: “Palestina… densamente poblada, donde los judíos constituyen hoy el 10% de la población, debe ser evacuada para los judíos”.[2]
Expulsar a los palestinos
A partir de la declaración de partición se implementó el plan sionista previamente trazado de expulsión de la población árabe, musulmana y cristiana; por medio del terror ejercido por grupos armados. El Irgún y la Banda de Stern llevaban años llevando a cabo acciones terroristas contra la población palestina; incluso contra representantes del Mandato británico y la Sociedad de Naciones. (Atentado en el Hotel King David de Jerusalén en 1946, 92 muertos).
Ese plan de expulsión de la población original de Palestina tomó carácter limpieza étnica, un delirio de terror y sangre, los días siguientes a la declaración del Estado (judío) de Israel, el 14 de mayo de 1948.

El 15 de mayo de 1948 supuso la catástrofe, Nakba, para Palestina. De la población total por aquel entonces 1.200.000 personas, 750.000 fueron expulsadas violentamente de sus hogares o huyeron por el terror y se convirtieron en refugiadas. 418 aldeas y pueblos palestinos fueron destruidos, borrados del mapa por las bandas sionistas.
Se cumplen 75 años de injusticia, durante los cuales no ha existido una verdadera intención de reparación, por más que sobre el papel se haya reconocido el derecho al retorno y/o compensación por los bienes apropiados, Resolución 194 Naciones Unidas.
75 años de desprecio a una población condenada a vivir eternamente en campos de refugiados, en la diáspora o bajo un sistema de apartheid en su propia tierra.
75 años a los que a la ofensa se ha unido el insulto: la ocupación que crece cada día, el apartheid, los bombardeos, los asesinatos de población palestina casi a diario, la destrucción de viviendas, el muro… ante la mirada esquiva o descaradamente cínica de los gobiernos e instituciones internacionales llamando insistentemente a “la contención por ambas partes”.
75 años de colonialismo. 75 años de Nakba y de Declaración Universal de los Derechos Humanos que cada vez son menos derechos y menos humanos.
NOTAS:
1. Nur Masalha, La expulsión de los palestinos, Bósforo libros-Editorial Canaán, Madrid, 2008
2. Ilan Pappé, La limpieza étnica de Palestina, Crítica, Barcelona, 2008
(*) Rumbo a Gaza