En tiempos de tribulación, no hacer mudanza. El lema jesuítico admite dos lecturas. La de la prudencia y la del miedo. En Política, casi siempre conviene ser prudente. Bien. Pero el miedo perpetuo a enfrentarse a la causa de la tribulación, la convierte en perpetua, sin duda alguna. Hay momentos, pues, en los que resulta necesario acometer audazmente cambios, mudanzas, cuando es cierto el riesgo de que el sufrimiento y la tribulación prosigan. Es hoy el caso de Madrid.

Los gobernantes del partido que rige la Comunidad y la alcaldía desde hace casi tres décadas, las han convertido ambas en meros negocios privados. Privatizados. Subcontratados. La ciudadanía se ve obligada a asistir a tanto expolio como convidada de piedra: sin voz, sin lugares para reunirse y ejercer el control democrático de las decisiones que se adoptan, casi todas en su contra y contra su bolsillo. Entretanto, una red de amiguetes de consejeros y ediles, se llenan las manos de contratas milmillonarias, de beneficios obscenamente obtenidos con los impuestos que pagamos todos. Si hay concurso previo, rebajan hasta extremos indecibles los presupuestos, para quedarse las adjudicaciones; si bien luego, una vez obtenidas, inflarán los gastos de obra indefinidamente y la calidad de lo contratado descenderá vertiginosamente. Ese es el juego. Así, esos gobernantes y ediles venales desmantelan poco a poco la urdimbre social que legitima la vida urbana, la vida de la región, con la impunidad de quien ejecuta sus caprichos sin control social alguno que detenga barbaridades como: la llamada Ciudad de la Justicia, un despilfarro sin precedentes; megahospitales sin médicos, como el Zendal; obras elefantiásicas, tal cual el exigido retrazado de la M-30 para levantar apenas un mero rascacielos con el que beneficiar a un puñado de inquilinos millonarios; eso sí, a costa de desenraizar de su barrio el estadio Vicente Calderón y llevarlo a La Peineta, levantada sobre suelo yesífero o echadizo, que algún día puede dar un disgusto criminal… Yugular a la población de San Fernando de Henares, amenazadas de ruina más de 600 de sus viviendas, por la irresponsabilidad del anterior Gobierno regional de imponer el cambio de una línea de metro para impedir que la izquierda siga ganando elecciones en el municipio, mientras el Gobierno regional actual mira de reojo lo que allí sucede. No pasa nada.

Impunidad

La impunidad jurídica acompaña a la irresponsabilidad política, esto lo sabemos bien los madrileños, especialmente estos días, al ser destinatarios de los efectos de una paralización ilegal de la actividad judicial, huelga considerada una farsa por los expertos (*). Ninguno de los poncios políticos de turno parece percatarse de los efectos de laminar socialmente la ciudad de maneras tan descabelladas. En lo concerniente a la planificación, antes, durante los años del desarrollismo, intentaron asfixiarla metiendo con calzador verdaderas autopistas dentro de Madrid, como si esto fuera Los Ángeles, la urbe sin alma sumisamente genuflexa al automóvil: pasos elevados, scalextrics desgajadores de barrios, ocho carriles en avenidas llenas de humo y ruido, ciudad atascada, desprovista de su patrimonio histórico-artístico agredido por doquier con construcciones horteras; desarbolada, sin zonas verdes, sin jardines, sin espacios para niños ni ancianos… todo ideado para deshumanizar la ciudad y sacralizar los combustibles, a mayor gloria de los jeques y de los monopolios energéticos.

Ahora toca re-laminar la ciudad con miras a someterla al dictado del turismo masivo. El lobby hostelero y también el lobby tabernero no cejan en sus constantes jeremíadas de quejas: no saben o no desean conocer los efectos que tal desaforada pulsión turística ha causado ya en Barcelona, en Roma, en París, o las que causa ya en la propia Gran Vía madrileña, donde el mero paseo resulta imposible sin el agobio asfixiante de multitudes desconcertadas por la masificación. No olvidemos tampoco al lobby de la Noche, quejumbroso siempre, al que se le adhiere como por ensalmo, lo quiera o no, el narcotráfico. Los picos de delincuencia tienen soluciones sociales, no simplemente policiales.

Más población

Ahora, los muñidores del urbanismo de la ciudad se asemejan cada vez más a los programadores de televisión: no saben la responsabilidad que tienen entre manos. Se han propuesto meter en Madrid más millones de habitantes de los que la ciudad admite provocando, con una megalómana praxis constructora, una temible desertización del contorno regional madrileño que fomenta la extensión desaforada de la llamada España vaciada, con la consiguiente degradación del mundo agrario del cual la ciudad vive. Eso sí, con urbanizaciones desurbanizadas, sin viviendas sociales o, si las hubiera, entregadas a fondos buitres, con precios desorbitantes de viviendas, pero sin comercios, ni espacios sociales, ni siquiera farmacias, como fue el caso, durante años, de Las Tablas o lo es ahora la zona postindustrial de Méndez Álvaro. Pero no pasa nada. Nunca pasa nada.

Aquel intento progresista de reequilibrar con inversiones municipales y regionales el Norte y el Oeste ricos de Madrid con el Sur y el Este pobres, acometido por los urbanistas del primer equipo municipal de la izquierda social-comunista bajo el mandato de Tierno Galván, ha desaparecido. El Norte sigue siendo cada vez más rico y bien dotado. El Sur, que se las arregle: sus moradores, según el discurso ultraliberal dominante, tienen la culpa de ser pobres. Como dato cultural a retener, la iglesia románico-mudéjar más veterana, quizá, de Madrid, la ermita de Santa María la Antigua, que data del siglo XIII, ubicada en Carabanchel, se ve completamente desatendida por las autoridades municipales, según denuncia el movimiento vecinal del distrito.

Los controles sobre el urbanismo y el paisaje citadino que en su día ejerció el Colegio de Arquitectos a favor de la sociedad civil han desaparecido del mapa. La Ingeniería, como la Arquitectura, proyectan sus focos sobre obras-estrella, en loor individualizado del alarife de turno eso sí, siempre de renombrado prestigio, sin la menor proyección social de lo construido tan solo para el disfrute de unos pocos. Las agresiones contra el paisaje urbano proliferan. Las peligrosas gradas de la plaza situada frente a las Cortes sirva de ejemplo. Ahora trasladan la estatua ecuestre de Carlos III y nadie dice nada: ¿será otro caprichito de la airada inquilina del palacio de Correos? Las Reales Academias, ante las agresiones a la Historia, la Lengua, la Medicina-Sanidad, permanecen en su mayoría calladas, sin rechistar ante numerosos desmanes que les conciernen… ¿Dónde están los académicos, cuál es su función social, viven o algunos se limitan a ocupar sus plazas? ¿Quién y para quién se decidió “remodelar” la Puerta del Sol? ¿Quién desertiza las plazas de la ciudad y sella los alcorques con cemento o bien con hormigón, desarbolándolas? ¿Cómo combatir el justiciero sol estival madrileño sin árboles que regalan sombra y frescura? ¿Quién es capaz de prometer el plantío de medio millón de árboles si no hay personal para regarlos?

Ante el clamor social, se pudo tiempo atrás parar los pies a la jerarquía eclesiástica cuando pretendía hacerse con la urbanización de todo el enorme terreno ataludado contiguo a San Francisco el Grande; pero no hay garantía de que no se vuelva a la carga, con la aquiescencia de quien -siempre el mismo quién-, con miras electoralistas para trasegar votos, ya en retirada, se proponga seguir dando coba a la Iglesia y se avenga a torcer el brazo para admitir tal tropelía o cualquier otra.

Gastos enormes

¡Ah!, se nos olvidaba el Museo de Colecciones Reales, en la fachada occidental de la ciudad. Obra de proporciones colosales, de fea apariencia y de fea incrustación en la línea del paisaje de la ciudad. Además, como todo lo concerniente a la Institución regia, frisa la razón de Estado, su cierre puede posponerse diez años más hasta que se le dé luz verde y abra sus costosas puertas. Museografía y museología permanecen en conserva, que se sepa. El enorme gasto que ha implicado la construcción de este ciclópeo museo, salpimentado y retrasado por problemas legales de distinto tipo e impugnaciones de algún arquitecto concernido, podría haberse ahorrado: por ejemplo, instalando las llamadas Colecciones Reales en el edificio contiguo al de la estación del Norte rematado por una cúpula de color metalizado, cercano a Palacio Real, que ha languidecido sin uso durante años, vacío y desmantelado. Nada se hizo desde el Consistorio ni desde la Puerta del Sol para impedir lo ahora irreversible.

Algo semejante pasó con el Casón del antiguo Salón de Baile del Palacio del Buen Retiro, cuyo origen se remonta a 1637, y que siglos después albergaría el Museo de Reproducciones Artísticas. Fue inicial y delicadamente remozado por el arquitecto Jaime Tarruell en una rehabilitación basada en un plan monográfico para conservar los frescos de Luca Giordano que decoran sus bóvedas e instalar en su interior todo el arte del siglo XIX que atesora el Prado. Pese a aquel ingente esfuerzo, a la postre, fue transformado en Biblioteca y Archivo del Prado, apenas visitados por los madrileños, para devenir luego en magno envoltorio de un despacho de lujo para el director de turno del Museo del Prado, con fachada áulica al Parterre del parque del Retiro. Cierto es que, en su día, podría haberse adquirido el contiguo edificio de los condes de Elda e instalar en él la biblioteca, mientras se exhibía en el Casón la pintura decimonónica que preveía en principio el plan alterado luego.

A saber lo que se perpetra en el contiguo y antiguo Museo del Ejército, hoy manga por hombro y en pleno zafarrancho, con sus fachadas picadas a martillazo limpio. Seguro que algún hispanista, también de renombrado prestigio, sabe de qué va esto, mientras que los lugareños lo desconoceremos hasta el día de la inauguración solemne, cuando ya no sea posible enmendar el desaguisado que, casi siempre, acecha a toda obra “emblemática” en Madrid. Nada se sabe que el Ayuntamiento haya dicho al respecto de estos dos emprendimientos estatales.

Ahora o nunca

La hora, pues, de la mudanza política en Madrid es llegada. Las urnas van a ser abiertas. Ahora o nunca. La ciudad y la región son el corazón de España, un país serio, plural, cargado de Historia y de Cultura. Su capitalidad y la región que la circunda, con enclaves memorables como San Lorenzo de El Escorial, Buitrago del Lozoya, Aranjuez, o Navalcarnero, no merecen tener ediles y consejeros que, bien por ignorancia o por codiciosa malevolencia, las desdeñan o las degradan, y las convierten en negocios particulares. Madrid y su región no pueden ni deben ser meros negocios privados como lo son ahora. Las tribulaciones que sufren deben ser atajadas.

La región madrileña merece tener una Sanidad dotada de instalaciones adecuadas y, sobre todo, médicos que puedan llevar una vida laboral razonable, en clave humana y justamente retribuida, no como ahora, desmantelada como está la situación sanitaria en la Comunidad de Madrid mediante la inoperancia de su presidenta regional, empeñada en abroncar y deslegitimar al Gobierno del Estado desatendiendo aquí la salud pública y centrada en disparar la sanidad privada. Es inadmisible que siga habiendo niños que estudian en barracones o que vivan en condiciones humillantes, sin luz, en zonas deprimidas como Valdemingómez.

La ciudad y la región han de ser y pueden llegar a ser escenarios habitables, donde la interacción entre sus habitantes sea estimulada mediante espacios públicos pensados para el disfrute; con vecindades gratas; áreas verdes, libres de humos; vías públicas limpias; jardines para el solaz colectivo; áreas infantiles; instalaciones deportivas accesibles; con bibliotecas y centros culturales; espacios de reunión; comercios pequeños y medianos capaces de resistir la presión de las grandes superficies… todo un repertorio de dotaciones que han de ser asimismo dotadas y mantenidas. Una ciudad y una región donde seamos capaces de ver a un agente municipal enseñando a cruzar la calle a un niño; a un policía tratar sin suspicacia a un inmigrante; a ediles que se planteen rebajar los salarios astronómicos que se auto-asignan y revisar los precios municipales del estacionamiento de superficie y, sobre todo, del subterráneo privado; donde sea frecuente ver a un ciudadano inclinarse a recoger un ajeno papel del suelo y tirarlo a la papelera; donde quepa ver a los dueños de bares respetando la acera que nos pertenece a todos; y poder observar a unos jóvenes que dialoguen a medianoche en una terraza sin dar alaridos, respetando el espacio público; o bien que resulte fácil, no un milagro como ahora, pasear por parques silenciosos donde sea posible a las parejas escucharse y hallar un ápice de intimidad; o bien facilitar lo que se proponen aquellas personas que buscan en los jardines y parques el contacto perdido con la Naturaleza o la espiritualidad, que las megalópolis agreden con tanta virulencia… El aire de la ciudad tiene que hacernos libres, como se pregonaba desde tiempo inmemorial.

No son quimeras, son metas posibles, como lo sería el acceso a la alcaldía y al Gobierno regional de personas sensatas, no taimadas ni narcisistas, no megalómanas ni demagogas, que trabajen por el bien común y sean capaces de pensar desde los intereses sociales poniendo los privados en el sitio que les corresponde. Bueno pues todo ello, señaladamente conseguir que la Inteligencia y la sociabilidad lleguen a la cúspide del Gobierno regional y a la alcaldía de Madrid, resulta posible el próximo 28 de Mayo, ante las urnas. Madrid, región y ciudad, vale la pena. Madrid se merece regidores a la altura del genio de sus mejores moradores, los que conocen la necesidad de despertar de su letargo a tantos congéneres escépticos que, salvo quejarse, no muestran atributo ciudadano alguno, adormecidos por la cantinela de tópicos simplistas reiterados hasta la saciedad más zafia. El voto preludia el cambio. Vivamos el placer de una víspera gozosa al alcance de nuestra decisión. Atajemos la tribulación con una mudanza sensata. Votemos.

Fuente: elobrero.es

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